Dado que no hay espacio en esta columna para realizar toda una genealogía del término, lo que me importa es referir a la conceptualización errónea que directamente se produce: la tan afamada categoría de la tiranía de la mayoría.
Por alusión entonces, debemos traer al debate a Sheldon Wolin. Wolin, teórico político estadounidense, profesor con cargo de señoriedad en la Universidad de Princeton desde hace 30 años, adquiere notoriedad por ser el mejor hermeneuta con relación a Alexis de Tocqueville. Wolin puntualiza algo con relación al concepto tiranía de la mayoría y la molestia generada en Tocqueville, (francés de origen noble) quien se sorprende por el carácter profundamente igualitario de la democracia en Estados Unidos. La expresión tiranía de la mayoría –dice Wolin– no podía ser una afirmación con respecto a que la democracia de Estados Unidos es una democracia de masas porque no lo es, debido a su bipartidismo rígido y mecanismo de voto indirecto. Se trata de los índices de alto individualismo pero al mismo tiempo combinados con los altísimos grados de igualitarismo con lo cual, se hace de los Estados Unidos una sociedad totalmente ´horizontal´, sin estamento alguno. Algo poco apreciado por un francés opuesto a las ideas de la Revolución.
Así que, en esencia, el problema no es la masa.
De hecho, eso que llamamos ´la masa´ tiene un valor político importante. Lo explica claramente Michael Sandel al referir al problema del estado de naturaleza en Hobbes y, argumentar que es Hobbes precisamente el padre del liberalismo. Dice Sandel : ´Ante un estado de naturaleza en guerra permanente, ante la desconfianza en el prójimo jamás podré confiar en la comunidad. Lo único para aferrarme es, a mí mismo´. De allí en adelante entonces, el uso enfermizo en el liberalismo hacia la figura de ´individuo´ sin reconocer que, en cuanto seres culturales que somos, la categoría de sujeto social es más precisa. Para estudiar individuos puntuales, está la morgue.
La masa es políticamente manejable pero si es homogénea o los clivajes son menores, puede ser la base de proyecto nacional.
Es cierto que en el pensamiento griego, en el círculo degenerativo, la oclocracia constituía la forma más grave en la degeneración de la democracia. El término en esencia denota ´el gobierno de la muchedumbre o la chusma. ´
Debo agradecer aquí las referencias bibliográficas sobre Petronio a mi colega italiano Italo Antoniotti, amante de la historia romana y también hijo de San Ignacio.
Recordemos la historia.
Los optimates romanos, quienes sentían mayores derechos políticos por descender de los “paterfamilias” abusaban constantemente de la gran masa de ciudadanos cuya única figura política de representación era el Tribuno de la Plebe, institución santa e inviolable hasta que ´el republicanísimo´ Cicerón logra que el Senado la desconozca. Claro, Cicerón recibía asignaciones de tierra y esclavos gracias a su cargo político. Gente como Cicerón despreciaba a la gran plebs romana, afirmando que no servía sino para ´Panem et circenses´. Y como reconoce Chantal Mouffé, ´la plebs romana en realidad buscaba una libertad de tipo negativa, no para participar de los cargos sino, para proteger lo poco acumulado´. Vaya hermosa la República.
Sin embargo, también los romanos educados reconocían actitudes de oclocracia en aquellos que buscan el ascenso no por medio de la excelencia sino por la lambisconería para con los poderosos.
Petronio en El Satiricón hace un retrato bastante significativo del lambiscón al llamarle ´parásito diestro que desea ser admitido en la mesa del rico´; luego arremete contra el rico diciendo ´Quien rodeado de lisonjeros, es tanto o más chusma que la plebe misma´.
No entiendo cuál es el problema entonces, por reconocer que buena parte de los que existimos somos en realidad, asalariados, parte de una plebs que lo mínimo que busca es sobrevivir. Un punto importante no reconocido por los mismos núcleos académicos de centro-derecha en la región, que atacan ´a la masa´ recurrentemente, y permanentemente adulan la forma de gobierno liberal-republicana. Se les olvida que también son asalariados. Y este hecho resulta vergonzoso puesto que, ´lo ideal es ser empresario.´ Pero nada se construye, nada se edifica, nada se articula sin el esfuerzo de la masa trabajadora, qué como en los murales de Rivera, allí está presente en todo proyecto exitoso, desde México a Nueva York.
Si aceptáramos nuestra posición de clase medieros asalariados, en conjunto, sería más fácil modificar el sistema para que sirva a todos.
A fin de cuentas, fue esa misma masa, la plebs, la que en Roma introdujo los cambios políticos importantes.