Los liberales esquizofrénicos

Defender, promover o profesar una doctrina sea filosófica, política o de otra índole requiere tener no solo consistencia en el discurso, sino coherencia entre la acción y la prédica.

 La primera se refiere a la capacidad de mantener una lógica entre las premisas o postulados de la doctrina en cuestión con las conclusiones respecto de tal o cual tema; implica, además, la capacidad de interpretar los principios de la doctrina a la luz de temas variados y complejos. La segunda se refiere a la capacidad de una persona (u organización) de mantener integridad entre lo que profesa o dice profesar y sus acciones; es decir, a su capacidad de evitar contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace. De esa cuenta, se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con el contenido de determinada doctrina, pero dependerá de la consistencia o coherencia de quien la profesa el que sea tomado en serio y se respete o, simplemente, se tome como un acto de oportunismo coyuntural, fanatismo, ceguera intelectual o terquedad. Estas digresiones vienen al caso al observar la falta de consistencia o coherencia que muestran ciertos intelectuales en Guatemala que dicen profesar el liberalismo, particularmente aquellos que emiten su opinión en medios de comunicación escritos y radiales.

Esta falta de consistencia y coherencia tiene su germen fundamentalmente en la forma en que se interpreta el principio de libertad individual, rasgo distintivo del liberalismo. Como toda doctrina, el liberalismo se basa en una creencia o una suerte de acto de fe, más que a evidencias científicamente refutables, según los términos del liberal y filósofo de la ciencia Karl Popper. Por ello, el liberalismo profesa o predica la importancia fundamental de la libertad individual frente a cualquier mecanismo coercitivo, regulador u opresor. Por paradójico que parezca, el liberalismo (al menos en su versión clásica) no se opone a un principio de autoridad o a la existencia del Estado, pues considera que esto permite proteger la libertad individual; en caso contrario se estaría en manos del Leviatán de Hobbes, es decir, en una situación de darwinismo social.

Sin embargo, al analizar el discurso (y la acción) de ciertos liberales guatemaltecos se observa que se pierde de vista la esencia sobre la cual se fundamenta el liberalismo y se cae en una especie de esquizofrenia, para prestar un concepto de la psicología. Como se sabe, el término esquizofrenia viene de la palabra griega esquizos (dividido o escindido) y frenos (mente, razón o entendimiento). Aunque se refiere a una patología, en la cual la persona que la padece sufre de trastornos que afectan su percepción o expresión de la realidad, creo que puede aplicarse al caso de algunos liberales guatemaltecos. Esto es así pues pareciera que se hace una interpretación incoherente o dividida de esta doctrina.

Se observa esta falta de consistencia al notarse que se olvida que el liberalismo es una doctrina holística y muchas veces los liberales locales hacen una interpretación parcializada del mismo. El liberalismo pretende ser una doctrina integral u holística, pues al final de cuentas la libertad individual es indivisible y las opresiones pueden provenir de varias fuentes o afectar diferentes aspectos de la vida humana. En teoría, no se podría hablar de libertad económica y no cuestionar la opresión política o a la inversa. Por otro lado, no podría solo promoverse las libertades económicas o políticas sin promover, por ejemplo, la libertad cultural, concepto ampliamente desarrollado por el economista y filósofo Amartya Sen.

La falta de coherencia también es muy notable en la separación que se hace al abordar temas económicos y temas políticos. Los liberales guatemaltecos suelen ser muy fervientes en temas económicos, pero dejan de serlo, ¡oh sorpresa!, cuando se trata de asuntos políticos. Por ejemplo, no conozco a ningún intelectual guatemalteco que se precie de liberal, que condene el terrorismo de Estado que afectó a la población civil en la década de los 80. De hecho, y esto es quizá aún más preocupante, parecieran justificar o ser cómplices de quienes perpetraron los abusos amparándose en el aparato del Estado. Estos liberales parecieran olvidarse de que el liberalismo tuvo su origen justamente por los abusos que cometían los poderes políticos del Ancien Régime. En suma, no creo que se pueda ser liberal a medias, a menos que se prefiera vivir en estado de constante esquizofrenia, en cuyo caso su liberalismo no puede realmente tomarse en serio.

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