Las calificadoras de riesgo pueden no haber salido muy fortalecidas con los eventos de la crisis financiera mundial del 2008, pero a nadie parece importarle ya que menos fortalecidos hayan salido el sistema bancario y los órganos controladores en su conjunto.
Hace ya diez años de esos eventos de crisis. Una década ha pasado ya, y todas las instituciones del sistema financiero mundial se encuentran de nuevo en sus puestos y funciones mirando discretamente hacia adelante. Pero no es la bendición del olvido lo que ocupa la atención de este espacio hoy, sino llamar la atención sobre lo que las calificadoras de riesgo consideran como las fortalezas y las debilidades de la economía de Guatemala en este momento.
En resumen, las fortalezas son 1) estabilidad macroeconómica, 2) déficit fiscal manejable y bajo nivel de deuda pública como porcentaje del PIB, 3) disciplina monetaria y 4) moderado déficit en cuenta corriente. Y las debilidades, también en resumen, son 1) incertidumbre política, 2) debilidad de las instituciones públicas, 3) bajo nivel de los indicadores de nivel de vida y de desarrollo social y 4) una reducida base impositiva. De cara a las condiciones actuales de la economía, ¿qué conclusiones, también en resumen, se pueden sacar de la existencia de estas fortalezas y debilidades?
Desde principios de siglo contamos con las fortalezas mencionadas. Esas condiciones positivas no han variado sustancialmente, y durante todo ese tiempo tampoco se ha podido hacer crecer la economía lo suficiente como para generar condiciones de desarrollo y bienestar. Está demostrado que la existencia de estas fortalezas por sí solas no son suficientes para mejorar el desempeño económico y que, si bien son requisito de base para un crecimiento sano, son solo eso: una base.
En el otro extremo tenemos las debilidades. Obviamente, deberán ser superadas para despegarnos de la base en un asomo de crecimiento. La mencionada en primer lugar no es de larga data. La incertidumbre política es de reciente aparición en el mapa, pero de muy intensa presencia, y por algo aparece encabezando el listado. «La política es la expresión condensada de la economía», decía Lenin. Mientras no se supere la coyuntura de incertidumbre, no tendremos expectativa de mejora. De ribete, no será fácil, ya que la resistencia a cualquier tipo de diálogo parece ser la nueva virtud.
La segunda debilidad ya es estructural. El sistema está compuesto por instituciones públicas débiles. Un proceso de reforma del Estado se impone, pero, con el pantano político perfectamente licuado, no hay punto de partida para iniciarlo. Ahora hay que resolver la coyuntura de la incertidumbre e inmediatamente iniciar la reforma.
En un juego macabro de causa y efecto, el bajo nivel de los indicadores de nivel de vida y de desarrollo social perfilan el círculo vicioso en el cual sin desarrollo no hay forma de elevarlos y sin mejores indicadores, particularmente de salud y de educación, no tendremos condiciones de competitividad ni de mejora económica para generar el desarrollo. Finalmente, uno de los temas no tratables, el tema fiscal, que ciertamente no debería ser nombrado como debilidad solo en función de la reducida base impositiva, sino también con el enfoque integral del que en algún momento lo revistió el pacto fiscal también de principio de siglo. Al final de cuentas, a partir de esas cuatro breves pero lapidarias debilidades, la históricas y mantenidas fortalezas solo sirven de base para construir el futuro que nunca llega. Y también quizá sirven de consuelo, pero de nada más.