Libertad (incluida la de expresión) con responsabilidad

¿Qué tienen en común el tío Ben (sí, el de Peter Parker, AKA Spider-man) y el premio Nobel en economía Friedrich von Hayek? Bueno, pues ambos apelan al ejercicio de la libertad con responsabilidad. El primero, al indicar que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad; el segundo, al indicar cómo debemos ejercer la libertad. Y es que la libertad de expresión es (o al menos, pienso yo, debería ser) eso: una gran responsabilidad.

Fue en la Universidad Francisco Marroquín, la afamada «casa de la libertad», donde aprendí esta premisa que me ha acompañado hasta ahora. Sin embargo, parece que es en esa misma casa de estudios donde, convenientemente, se les olvida vivir conforme los principios que pregonan (ni hablar de la libertad de mercado, uf). Que todos tenemos libertad de expresión, dirán algunos, y, por tanto, es un derecho humano fundamental. A quienes argumentan esto les contestaría que, normativamente hablando, todos deberíamos ser libres de expresar lo que sentimos y lo que pensamos; sin embargo, en la práctica, esto no siempre es así. 

Hace algunos días, un catedrático de mi alma mater escribió, lo cito, «un artículo riguroso sobre la selectividad de las mujeres» titulado: «¿Es la violencia contra la mujer “culpa” de la mujer?» Si algo he aprendido en la vida laboral es que, si tengo la necesidad de yo misma indicar que mis investigaciones son «rigurosas», posiblemente esta sea una característica que les haga falta. 

Este artículo tiene un problema de diseño, por el tipo de datos que su autor decidió utilizar, aparentemente respondiendo a su sesgo y un problema de semántica, al indicar que la violencia, sea por la razón que sea, es culpa de las mujeres, en vez de utilizar un término más apropiado para un escrito académico y «riguroso», como él mismo indica. En este caso, lo apropiado es hacer ver que hay una alta correlación entre la violencia contra las mujeres y el hecho de que seamos selectivas. 

El autor que plantea la pregunta de si las mujeres tenemos la «culpa» de la violencia que sufrimos, probablemente ya tenía un sesgo

Cuando investigamos, uno de los primeros pasos es plantearnos una pregunta, la famosa hipótesis, a la cual queremos dar respuesta. Me encantaría decir que a todo lo que nos planteamos podemos darle una respuesta, pero mis colegas investigadores no me dejarán mentir: esto no siempre es así. Por lo general, planteamos una pregunta, buscamos información que sustenta nuestra hipótesis (la cual puede estar sesgada), y vamos desarrollando sobre lo encontrado.

En un país como Guatemala, en el que la educación básica es tan pobre, en donde se invierte menos de 0,03 % del Producto Interno Bruto en investigación y desarrollo (i+D) y donde los incentivos para realizar investigación son tan bajos, tanto que hay menos de 27 investigadores en jornada completa por cada millón de habitantes, el proceso de investigación es todavía más atropellado. Con tan poca producción local, muchas veces lo que podemos hacer como investigadores se reduce a plantear una pregunta que alguien más ya contestó, replicamos investigaciones que ya se han hecho en otras latitudes o esperamos un milagro para tener información completa para realizar nuestra investigación. 

Con esto quiero hacer ver que el autor que plantea la pregunta de si las mujeres tenemos la «culpa» de la violencia que sufrimos, probablemente ya tenía un sesgo. Al parecer, él piensa que las mujeres somos las culpables de la violencia que sufrimos y solo buscó información para sustentar sus ideas. Según él, la teoría de la selectividad era la que mejor le quedaba a su hipótesis. 

En investigación social no se «culpa» por los fenómenos, sino que se encuentran relaciones entre una variable y la otra

Uno de los grandes retos de la investigación, sobre todo la que utiliza métodos cuantitativos, es saber hasta dónde se pueden y se deben hacer comparaciones entre una y otra variable. Al parecer, el autor del artículo se dejó llevar por las inferencias al indicar que la violencia en contra de las mujeres es nuestra culpa por ser selectivas. Y es que cuando utilizamos datos podemos encontrar relaciones tan ridículas como querramos, pero es responsabilidad de quien investiga saber las limitaciones de los estudios cuantitativos e indicarlas. Finalmente, el riguroso autor pudo y debió seleccionar una palabra más técnica que culpa, ya que en investigación social no se «culpa» por los fenómenos, sino que se encuentran relaciones entre una variable y la otra. 

Si algo debemos tener las y los autores de estudios rigurosos, es responsabilidad al momento de difundir nuestras ideas y de basar nuestros argumentos en datos: debemos ejercer nuestra libertad con responsabilidad. Esa es la verdadera diferencia y lo que nos distingue de los autores de artículos de opinión disfrazados de rigurosos. Ellos pueden apelar a la libertad de expresión sin ninguna responsabilidad, aunque claro, también depende de los espacios que publican, puesto que la mayoría de estos requieren que las opiniones se basen en datos para sustentar las ideas presentadas y discutidas. 

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