Libertad de expresión, derecho y responsabilidad

Calificar, avalar, aprobar o rechazar son posturas del ser humano enmarcadas en el acto de exponer ideas, el cual debe regirse por el respeto a la dignidad de la otra persona.

El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948 por la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas, señala: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

La Constitución Política guatemalteca determina, en el artículo 35, que es libre la emisión del pensamiento por cualesquier medios de difusión, sin censura ni licencia previa. En esa línea, la ONU estableció el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Esto, derivado de la conferencia celebrada en 1991 en Windhoek, Namibia. Al conmemorar el 30 aniversario de dicho cónclave, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha programado en la misma ciudad una cita centrada en evaluar «la información como un bien común».

A propósito del tema, la libertad de expresión es un derecho fundamental y el foro mundial se ha ocupado de fortalecerlo, pero la manifestación de esta no debe tener un blindaje infranqueable cuando atropella el honor y la integridad. Por ejemplo, la injuria, la calumnia, la difamación, el racismo, la misoginia, la homofobia, la exaltación de la violencia, los discursos de odio y la burla en desmedro de las personas con discapacidad, entre otras prácticas nefastas, no deben protegerse de ninguna forma.

También es de resaltar que la Declaración de Windhoek alude al desempeño periodístico. Sin embargo, instancias como la Unesco (y la ONU misma) brindan exagerada amplitud al perfil del periodista cuando, por ejemplo, colocan bajo esa sombrilla a quien dispone de un espacio de opinión en un medio periodístico o administra un blog. Hacer lo anterior no crea periodistas, como tampoco divulgar equis o ye situación convierte en periodista a quien circunstancialmente lo reporta.

Prensa y sociedad […] deben entender y valorar que todo mensaje tiene los límites de la conciencia.

Vale apuntar que la Real Academia Española ha sido más cuidadosa cuando indica que el periodismo es una «actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico». Lo menciono porque el periodismo es una de las carreras universitarias en las que convergen vocación y formación.

Hoy, en materia de medios periodísticos, afrontamos una crisis que pone en riesgo la sostenibilidad, y en algunos casos la identidad, mientras en el ámbito académico se genera la necesidad de reestructurar los contenidos para reorientar la enseñanza. De colofón, en el contexto social se produce un caos surgido de la desinformación motivada por personas o grupos interesados en sembrar confusión merced a la vulnerabilidad digital.

Obviamente, la libertad de expresión y el ejercicio periodístico son bastiones en toda sociedad. Por ello, tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos como la de Windhoek coadyuvan a mejorar las relaciones sociales. Ahora bien, plantear ideas implica respetar al prójimo, lo cual no ocurre cuando se lanzan mentiras desde espacios anónimos y perfiles falsos escondidos en los laberintos electrónicos o desde pseudomedios periodísticos que transgreden los códigos de la ética. Y es que la libertad de prensa es reto y compromiso del gremio en tanto que la de expresión es un derecho irrenunciable.

No debemos dejar de lado que una sociedad como la nuestra ha pasado por momentos oscuros debido a la represión. Antes del conflicto armado interno y durante este, la censura vendó ojos y tapó oídos, y, más trágico, la intolerancia indujo el exilio o la muerte de quienes fueron víctimas por pensar y hablar contra el statu quo. De ese lapso de terror hemos transitado a un presente que extiende las opciones de expresión y en el que contamos con una ley que potencia el acceso a la información, pero es vital ejercer un derecho sin evadir responsabilidades. Prensa y sociedad, entonces, deben entender y valorar que todo mensaje tiene los límites de la conciencia.

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