Sorprendentemente, ni siquiera las mujeres tiramos bombas y porras por la designación de tres extraordinarias mujeres luchadoras de los derechos humanos y de la mujer. Era la oportunidad para sentirnos todas orgullosas de nuestro propio género; sin embargo, lo dejamos pasar como otra noticia más. Hasta el gremio de los serios y tímidos economistas sacó los pompones con el Nobel de Economía, mientras que nosotras preferimos voltear la cara a uno de los galardones más importantes. Supongo que deberíamos hacer, por lo menos, una reflexión con la almohada.
Leymah Gbowee es una de las mujeres laureadas con el premio Nobel de la Paz de 2011. Sus luchas para procurar la paz en su natal Liberia son legendarias. En el 2002, siendo ella luterana, convocó a mujeres cristianas y musulmanas de Moravia, para que rezaran por la paz en su país.
Posteriormente, en el marco de esta lucha, organizó la llamada “huelga de sexo”. Instando a las mujeres a no tener sexo hasta que cesara la guerra. Su movimiento puso fin en 2003 a la Segunda Guerra Civil de Liberia y condujo a la elección de Ellen Johnson Sirleaf, la otra galardonada. Convirtiendo a este país en la primera nación africana en elegir a una mujer como presidente.
¿Se dan cuenta del poder que tenemos nosotras las mujeres, y de lo mal que lo utilizamos? Así le habló Gbowee a nuestro género, al conocer su designación: «No esperen por Mandela, no esperen por Gandhi, no esperen por Martin Luther King. Ustedes tienen que ser su propio Mandela, ustedes tienen que ser su propio Gandhi, ustedes tienen que ser su propio King».
«Ustedes conocen sus cuestiones, ustedes conocen sus preocupaciones, ustedes conocen sus prioridades y son las mejores porque conocen las soluciones para sus problemas», agregó.
Su llamado es a nuestra capacidad natural para identificar los problemas que nos aquejan y la fuerza que tenemos para cambiar nuestro destino. Solo falta que despertemos de ese largo sueño.
¿Qué les parece si nosotras en Guatemala hacemos una “huelga de sexo” para ponerle fin a la corrupción o para exigir que pase una reforma fiscal? Todas las esposas, amantes y novias de los respetables miembros del Congreso, unidas para exigirles a los padres de la patria que por fin aprueben las leyes que tanto tiempo han dejado engavetadas, o para que finalmente, decidan ponerse de acuerdo en pasar una reforma tributaria que permita redistribuir la riqueza de este país.
Yo no sé usted, pero yo le veo un enorme potencial a este asunto. Si tan solo nos hiciéramos más amigos de esa palabra que evoca en algunos tanto temor y conflicto. EL SEXO.