Latinoamérica constituye la reserva natural de Estados Unidos. Desde la tristemente célebre doctrina Monroe de 1823 («América para los americanos… del norte»), la voracidad del capitalismo estadounidense hizo de esta región su obligado patio trasero, donde no está dispuesto a perder su hegemonía. Por eso constituimos su reaseguro, su resguardo.
Latinoamérica entra en la lógica de dominación global del imperio ante todo como proveedora de materias primas y de fuentes energéticas. El 25 % de todos los recursos que consume Estados Unidos provienen de América Latina. De aquí obtiene alimentos, petróleo, carbón, hierro y minerales estratégicos como bauxita, coltán, niobio, torio y litio, fundamentales para las tecnologías de punta (incluida la militar).
Pero algo está pasando en la dinámica a nivel mundial. Hoy día Estados Unidos ya no es la potencia absolutamente hegemónica: perdió el monopolio del arma nuclear, su producción aporta solo un 20 % del producto bruto mundial (antes fue del 52 %) y el dólar está en entredicho mientras las tecnologías de punta le son disputadas crecientemente por China (que en muchos casos supera ya a la potencia americana).
El sistema capitalista mundial está en una crisis que la pandemia de covid-19 contribuyó grandemente a profundizar. Pero hay que destacar algo. Tal como dice Éric Toussaint: «La pandemia del coronavirus no constituye la causa real y profunda de la crisis bursátil que se desencadenó en la última semana de febrero de 2020 y que sigue. Esta pandemia constituye el detonador, la chispa. […] Aunque haya una relación innegable entre los dos fenómenos (la crisis bursátil y la pandemia del coronavirus), eso no significa que no es necesario denunciar las explicaciones simplistas y manipuladoras que declaran que la causa es el coronavirus. Esa explicación mistificadora es una trampa destinada a desviar la atención de la opinión pública, del 99 %, del rol que tuvieron las políticas llevadas a cabo a favor del gran capital a escala planetaria y de la complicidad de los gobiernos actuales». Sin dudas, la economía de muchas empresas, y por consiguiente la de enormes cantidades de asalariados, está en ruinas. Junto a ello, sin embargo, ciertas actividades dispararon sus ganancias de un modo fabuloso: cibernética e inteligencia artificial, farmacéuticas, banca. La pandemia no afecta por igual a todos.
Los procesos de vacunación permiten ver que la dinámica del mundo no cambia en lo sustancial en relación con el tiempo prepandémico.
En Latinoamérica, región con mediano desarrollo industrial, muy ligada a los productos primarios (materias primas, petróleo, diversos recursos naturales), con Estados raquíticos donde se privatizó todo en estas últimas décadas, con sistemas públicos de salud y de educación colapsados, lo que la pospandemia augura es más miseria. La caída del PIB de toda el área en el año 2020 fue de alrededor del 10 %. El 2021, año en el cual la crisis sanitaria no ceja, no alienta mejores resultados. Si en Estados Unidos hay crisis —y, por cierto, la hay—, tal como pasa siempre, su patio trasero es quien fundamentalmente paga los platos rotos.
Más allá de ilusas expectativas que pudieron haberse tenido el año pasado, cuando hubo quien llegó a pensar —¿ingenuamente?— que luego de la pandemia renacería un mundo de mayor solidaridad —al descubrir con modestia nuestro lugar de finitud en el cosmos en tanto especie humana—, la realidad nos confronta con otra cosa: sigue el capitalismo más reforzado, con nuevos bríos, más explotador que nunca. El teletrabajo, por ejemplo, no es sino una de las expresiones de eso.
Los procesos de vacunación permiten ver que la dinámica del mundo no cambia en lo sustancial en relación con el tiempo prepandémico, con el agregado de que China sí está ocupando un lugar cada vez más destacado, lo que evidencia transformaciones importantes. Mientras las muertes a causa del coronavirus no paran en los distintos países, el gigante asiático detuvo la pandemia hace largos meses, con una cantidad de fallecimientos que no supera los 5,000 (y con 1,500 millones de habitantes, mientras que Guatemala —valga el ejemplo— está en la antípoda: con 15 millones de población tiene ya 9,000 decesos). Las vacunas, acaparadas por las potencias capitalistas, apenas si llegan al Sur, donde la vacunación va sumamente lenta. Todo esto permite ver que el sistema capitalista no ha variado. ¿Se podría decir que la codicia humana no ha cambiado?