Las mujeres que vencieron al Estado contrainsurgente hoy

La guerra en Guatemala violó, como manera de mostrar el racismo extremo de un Estado que estaba decidido a que las mujeres mayas dejaran de serlo, que fueran despojadas de todo su ser, que dejaran de ser quiénes eran.

Se estima que hubo alrededor de 40 mil casos de violación sexual durante esos años, y casi el 90% de ellos fueron hacia mujeres indígenas. Parte de la estrategia contrainsurgente, que tomaba las resistencias históricas de mujeres ixiles, mames, chujes, entre muchas otras como subversivas, por tener una propia forma de entender el mundo y por no aceptar que se impusiera otra, por no querer ser parte dócil de la explotación, de la violencia estructural, de ser vistas de menos.

Las heridas están ahí. Son mujeres como yo, y como muchas que estamos en Plaza Pública leyendo y escribiendo. Han sufrido tener uno o más hombres encima, no respetar su cuerpo, no respetar su dignidad. Han sabido qué es y qué se siente que un hombre penetre a una mujer como un acto de poder, y se han encontrado con ellas mismas, sin entender el impacto real de ese momento.

Culpa, mi culpa, odio a mí misma, suciedad, desesperación, llanto. Es una “pérdida del espíritu”, dicen ellas y yo estoy de acuerdo, eso es lo que intentaba decir. Se pierden las ganas de vivir, ya no se encuentra el sentido a la vida, la dimensión del tiempo es otra, se recuerda siempre ese momento, una y otra vez. El cuerpo habla, toma su propia dinámica, pero la necesidad de sobrevivir y sobrellevar el dolor nos hace silenciarlo. “Sentir es romper el silencio”, cuánta razón tiene Lidu.

Es ella que me cuenta que a través de la sanación, se recupera la memoria de las mujeres. Es por eso que la sanación es también una acción política, porque recupera la libertad, da un contexto a lo que sucedió, nos hace volver a nuestro cuerpo y a nuestra historia, recuperamos nuestro espíritu. Vuelve la alegría: ése es el porqué de sanar, y esa es la justicia que se busca, la que sana y la que alegra, la que hace que muchas mujeres de muchos lados de este país, a las que salieron de su tierra y a aquéllas que contra su voluntad se quedaron, se encuentren y tejan juntas una historia con un final que escapa a la violencia patriarcal y machista de este país. Es la alegría rebelde de quien ama la vida y que sabe el valor de lo humano.

La Colectiva Actoras de Cambio ha trabajado junto a las mujeres mayas que han sufrido violaciones sexuales, y estoy convencida que han sanado y aprendido mutuamente. Han hablado de mujeres con sus nombres propios, con sus historias, han ido a sus comunidades y han dicho juntas, de la mano, una voz colectiva. Han construido memoria y han asumido la libertad de quien se desprende de la violencia y regresa para contar su historia y sonreír. En esas mujeres valientes nos vemos muchas otras, para capturar nuestra voz propia.  

En este mes de julio se está llevando a cabo el IV Festival Comunitario por la voz, la memoria y la vida de las mujeres, en Huehuetenango, junto a mujeres mames y chujes. En la ciudad capital habrá un foro con mujeres de otros países que han sufrido violaciones a sus cuerpos y sus intimidades, y será el miércoles 23 en el salón de oro de El Gran Hotel. Escucharlas es atar cabos en nuestras propias realidades. 

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