Las causas históricas del conflicto armado interno siguen intactas

Han pasado más de cinco décadas desde el inicio del conflicto armado interno de Guatemala y más de dos desde la firma de los acuerdos de paz, y las causas que originaron la guerra siguen intactas.

Aludir a las causas históricas de las trágicas épocas que atravesó Guatemala se hace necesario tanto para conocer mejor la historia como para abordar situaciones que influyeron en la conducta humana durante el conflicto. Dichas causas se decantaron en tiempo y espacio por la vía de la violencia. Las manifestaciones violentas se volcaron en los órdenes estructurales, políticos y sociales.

 Según la Comisión del Esclarecimiento Histórico: «Sus orígenes tienen cinco fuentes: económica, política, ideológica, religiosa y étnica» [1].

El estigma colonial de las relaciones económicas, culturales y sociales provocó que estas fueran jerárquicas. El Estado, después de la emancipación política de 1821, fue totalmente racista y excluyente. Esta exclusión fue marcada por los procesos de marginación y rezago en la prestación de servicios básicos, el desarrollo de capital humano y el acceso a los beneficios sociales. La violencia apuntó desde las estructuras estatales a los pobres, a los excluidos y a los indígenas. Esos condicionamientos limitaron permanentemente la formación de un Estado democrático, y su tarea no fue más allá de perpetuar o reproducir las estructuras de poder con características como la explotación de los indígenas y la exclusión de los mestizos empobrecidos.

La guerra intestina llegó como consecuencia lógica. Los enfrentamientos armados tuvieron fundamento también en factores internos y externos cuya influencia real aún no se ha determinado a cabalidad. La suma de las causas históricas no habría sido suficiente por sí misma para generar insurrección. Nuevos fenómenos sociales, religiosos y políticos en las décadas de los años 50 y 60 impulsaron a los sectores excluidos a optar por la vía armada como única alternativa de solución.

Hoy el contexto político nacional parece indicarnos que estamos ante otro experimento político y bélico en el cual los nuevos ingredientes son el crimen organizado y el narcotráfico.

Y las causas históricas de las guerras internas en las naciones latinoamericanas fueron exactamente iguales. Pueden reunirse en tres conglomerados: la situación agraria y la marginación económica, el sometimiento y la segregación de los pueblos originarios, y las dictaduras y los autoritarismos.

Duele entonces ver nuestro pasado y nuestro presente. Miles de muertos, más de un millón de desplazados, familias completamente desintegradas y polarizadas. Y las causas de toda esa vorágine han intentado repetir a ojos vistas el fenómeno iterativo del mal, que culmina en la muerte.

Las grandes potencias siguen jugando el mismo rol. En aquella época, las superpotencias aprovecharon esas luchas para experimentar nuevas armas. Ellas pusieron los materiales bélicos, diseñaron y ensayaron técnicas de insurgencia y contrainsurgencia, estudiaron tácticas y nuevas estrategias de guerra, y en América Latina nosotros contribuimos con los campos de batalla, los combatientes de uno y otro lado, los heridos, los muertos, las viudas y los huérfanos.

Hoy el contexto político nacional parece indicarnos que estamos ante otro experimento político y bélico en el cual los nuevos ingredientes son el crimen organizado y el narcotráfico. Y ese añadido está volviendo a provocar relaciones sociales exageradamente violentas, si bien con rostros diferentes a los conocidos durante el conflicto armado interno. Pero el poder, todo el poder concentrado en pocas personas que no respetan lo legal e institucional, emerge como una terrible constante.

Entonces, ¿valió la pena habernos enfrascado en aquella guerra intestina que provocó tanta desgracia? ¿Podremos rescatar algo? Porque, como dice el refrán, «del caballo perdido, aunque sea la gamarra». Yo creo que sí. Para ello habremos de leer mucho, indagar, estudiar nuestro pasado y analizar nuestra historia para prever el futuro. Solo así podremos evitar que nos sigan utilizando como ratones de experimento.

No lo olvidemos: las causas históricas del conflicto armado interno siguen intactas, pero, como explicité a manera de cierre en mi artículo anterior, «hay suficiente luz para quien desee ver claro y suficiente oscuridad para quien piense en dirección opuesta» (Blaise Pascal).

 

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[1] CEH (1999). «Causas y orígenes del enfrentamiento armado interno». Guatemala, memoria del silencio. Guatemala: UNOPS. Pág. 82, num. 228.

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