La vieja escuela genera atarantados (1)

Qué bonita toda esa generación de intelectuales posmodernistas en contra de tiranos dictatoriales. Sin menospreciar su lucha, resulta curioso que muchos intelectuales, en mayor o menor grado de intelectualidad, nos hemos convertido en docentes, por casualidad o por vocación.

Lo malo es que ese modelo dictatorial que nos empeñamos en criticar es el que hemos llevado a las clases. Enseñamos a los alumnos sobre todo infundiendo miedo. Un terror a una evaluación de conocimientos que, a veces ni hemos facilitado previamente. Simplemente, por que damos por sentado que se tratan de saberes elementales.

El profesor se erige como el conocedor de la totalidad, por encima del parcial conocimiento del alumno. Desde ese poder, gobierna su salón de clase de manera despótica. Porque no hay nada peor que esos que nos creemos que dando clases magistrales con participación, estamos “democratizando” la enseñanza, cuando seguimos manteniendo el férreo control del aula por medio de llamadas de atención y penalizaciones. Qué vergüenza. La verdad es que el modelo de enseñanza está cambiando a pasos agigantados, queramos que no.

El otro día en el discurso inaugural de la Universidad Landívar, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, hizo una bien ilustrada disertación sobre el panorama centroamericano. Su conclusión, no por repetida fue bien esclarecedora. Para que Centroamérica consiga una cierta posibilidad de desarrollo en el mundo globalizado, necesita una mejor calidad educativa. Esto que se dice pronto, tiene muchísimas implicaciones y son bien expuestas por Ramírez. Se entiende la educación como la transmisión de la cultura en el sentido más amplio de la palabra. Un saber exponencial que permita a los centroamericanos desarrollarse en todas las ramas de las ciencias.

El acceso a la tecnología juega un papel importante en este aspecto, ya que, aunque en la disposición de generación de las tecnologías se está a años luz de otros países, el acceso es cada día más universal. Esto nos permite, hoy más que nunca, obtener conocimiento desde cualquier parte del planeta. No gratis pero a precios razonables. El generar procesos educativos que permitan a los estudiantes aprovecharse de estas oportunidades de crecimiento es la tarea fundamental de las escuelas.

En esta linde, me resultó algo extraño que el nicaragüense Ramírez viera con sorpresa que su compatriota Rubén Darío hubiera alentado a los jóvenes de su generación a destacarse en las artes liberales. Darío no apremiaba a otra cosa que a la misma capacidad competitiva que hoy la educación permite a los estudiantes. Únicamente la preparación y la preparación hacia la excelencia, destaca a las personas en las diferentes ramas de las ciencias. Tenemos que olvidar los mitos de que son los deportistas o los artistas los que más necesitan del esfuerzo para alcanzar sus metas. La dedicación es la única herramienta que genera que las capacidades individuales salgan a flote y se desarrollen habilidades.

Esto se aplica tanto a deportistas de élite como a estudiantes de comunicación. Destacar en una rama profesional no depende tanto de los talentos personales, como del empeño que el estudiante ponga en aprender y mejorar sus destrezas. La cuestión aquí es que seguimos creyendo que el saber con palo entra. Y, pretendiendo sacar los modelos autoritarios de nuestras naciones, los seguimos manteniendo en las escuelas. Formando a los futuros connacionales.

Resulta raro que nos escandalicemos cuando se nombra al ejército para intervenir en la vida nacional, pero veamos con orgullo los infantes uniformados, desfilando y cantando himnos nacionales en cualquier mínima ocasión. Es una contradicción pretender cambiar los rumbos del país,  cuando continuamos, muchas veces intelectuales que se vanaglorian de progresistas, enseñando en los mismos parámetros paternalistas, basados en el terror.

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