La tragedia con rostro infantil

El hacinamiento de niñas y niños en albergues fronterizos en Estados Unidos trajo al debate, otra vez, la problemática migratoria.

Miles de niñas, niños y adolescentes no acompañados hacen la tortuosa travesía del tránsito irregular hacia el país del Norte. Desde Guatemala, El Salvador y Honduras, principalmente, el grueso de infantes de Centroamérica vive el drama que representa la migración como alternativa de vida.

Una migración que no es otra cosa que la expulsión de los países de origen, cuyos Estados son abiertamente incapaces de ofrecer alternativas de vida a cientos de miles de familias. Entonces, emigran los padres, ambos o uno solo, recorriendo el arriesgado trayecto por el territorio mexicano. Si logran llegar a Estados Unidos, después de la travesía inhóspita, se ubican con amigos o familiares que migraron primero. Apenas se instalan dan vida al esfuerzo porque sus retoños lleguen a su lado.

Así, inicia el trayecto de niñas, niños y adolescentes no acompañados. Forman la generación posterior al migrante y viajan solas y solos porque sus padres ya están esperándoles. Sin embargo, el intento por reunificar a la familia, al parecer, será nuevamente truncado.

Según la ex secretaria de Estado y ex senadora y ex primera dama de Estados Unidos, Hillary Clinton, las leyes estadounidenses exigen la deportación de las y los migrantes irregulares detenidos. Y ésa es, ni más ni menos que la situación de niñas y niños hoy hacinados en albergues fronterizos no preparados para la población que han recibido. A la angustia de la separación de la familia que con certeza ha invadido el alma de estas criaturas, se suma el terror de vivir la cárcel y estar en manos de la policía migratoria que también ha perseguido a sus padres.

El drama revelado en los medios estos días, pone de relieve una realidad que no es novedosa. En el 2012, datos del Instituto Nacional de Migración en México, precisaba que en el primer semestre de ese año habían sido deportados tres mil 391 infantes de Guatemala, El Salvador y Honduras. En el mismo período en el 2011 habían deportado a dos mil 200. Es decir, año con año miles de familias buscan reunirse con sus hijos y año con año esa cifra se incrementa.

Barracas en bases militares de California, Texas y Oklahoma son el destino temporal, luego de pasar por lo que las autoridades migratorias estadounidenses denominan centro de procesamiento masivo. Estos centros son los sitios de ubicación inmediata luego de la detención por parte de la patrulla fronteriza. De tal suerte que, quienes logran superar las vicisitudes del recorrido por tierra mexicana, una vez en el Sur  estadounidense al ser detenidos enfrentan condiciones parecidas a las de los adultos migrantes detenidos.

El otro rostro de la tragedia es la separación familiar y el dilema para los padres que les esperan. ¿Aguantan a que sus hijos sean deportados, para lo cual deben ser identificados según las autoridades? ¿Se arriesgan a ser también detenidos al reclamar a sus retoños encerrados por “la migra”? ¿Es la intención del gobierno estadounidense, utilizar a los niños de carnada?

Cualquiera que sea la respuesta para alguna de estas preguntas, estará teñida de tragedia. Una tragedia que hoy se asoma con ojos de niñez encarcelada por el solo hecho de intentar encontrarse con sus padres. Un deseo que todo niño o niña en el mundo siempre alberga pero que a las hijas e hijos de migrantes, les ha sido arrebatado a un costo extremadamente alto. 

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