La teoría del “Como si…”

La teoría pedagógica del «Como si…» consiste en una nefasta práctica donde el maestro hace «como que si enseña» y el alumno hace «como que si aprende» y ambos bailan en un infeliz contubernio: el maestro conserva su chance y el alumno promueve fácilmente.

Para nadie es un secreto que la educación en América Latina está pasando por un punto de declive muy pronunciado pero, en Guatemala, nos llevamos las palmas. Este momento tiene su lógica si lo asumimos como resultante de la ruina provocada por el conflicto armado interno que, in tempore, recién terminó. Bien sabemos que toda guerra lesiona cuatro pilares básicos de los Estados: La educación, la salud pública, la economía y la moral.

En diciembre recién pasado —durante una actividad religiosa—me acerqué a un grupo de señoras que departían en un interludio con rostro de preocupación. Todas eran maestras de educación primaria trabajando en el área rural. La razón de su inquietud era que a una de ellas un curandero (no me refiero al respetable Aj Ilonel que practica la medicina tradicional q’eqchi’) sin más ni más le había diagnosticado cáncer en el hígado y le ofrecía la curación por varios miles de quetzales. A ojos vista, la señora era la más sana del grupo y a ojos vista, estaba siendo estafada. Yo le dije a guisa de broma: “Si usted tiene cáncer yo soy Napoleón Bonaparte”. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me percaté que durante el resto de la actividad la profesora se dirigía a mí como “don Napo”. ¡La santa señora no sabía quién era Napoleón Bonaparte!

Acepto que no me haya conocido porque era llegada —un mes atrás— de otro  departamento, pero, que no supiera de don Napo Bonaparte, siendo maestra en pleno ejercicio de la profesión, era para mí ignominioso. Aunado a ello, me di cuenta que no sabía q’eqchi’ y estaba destinada a una escuela donde todas y todos los alumnos (as) son monolingües q’eqchíes.

Terminé el día reflexionando acerca de la necesidad de replantearnos los procesos educativos en Guatemala: Desde la recuperación de nuestra dignidad en cuanto ciertos topónimos que nos ponen en ridículo hasta la cuasi exigencia de evaluar una retroalimentación eficiente y eficaz en el magisterio de preprimaria y primaria.

Arguyo sobre los topónimos porque son la base de la historia misma y algunos insisto, son irrisorios. Por ejemplo: Champerico. A mí desazón porque en la escuela primaria ningún maestro me supo explicar qué significaba el nombre de dicho puerto en el Pacífico, sobrevino la cólera cuando me enteré de que la nominación devenía de la empresa Champer & Co. la cual estuvo muchos años en aquel territorio y los lugareños comenzaron a llamarle Champerico como una degeneración lingüística de tal razón social. Igual sucedió con Sanarate cuyo nombre original es San Honorato.

En cuanto la retroalimentación a los maestros de preprimaria y primaria, habría que comenzar por evaluar los cientos de centros privados marca patito que hay hasta en los lugares más recónditos de Guatemala y que otorgan el titulón: Maestro de Educación Primaria Urbana u otro que permite a cualquier persona ínfimamente preparada ejercer como tal. Y a las personas ya graduadas, proveerles un escenario de reciclaje (disculpen el término) porque no podremos salir adelante como Estado-Nación en semejantes condiciones. Entiéndase bien: no podremos.

He asumido durante toda mi vida que: el que es perico donde quiera es verde y no riño con el hecho de que haya centros educativos de Educación Media en las áreas lejanas del país. Mi descontento es con la calidad de educación que allí se imparte, especialmente en aquellos donde, por ser privados, solo medran con la buena fe de los padres de familia y el deseo de las y los jóvenes en cuanto tener un título para defenderse en la vida. Eso es lo que creen.

Sé que este artículo generará cóleras y berrinches, bienvenidos sean porque yo a las pruebas me remito: De tres o cuatro mil estudiantes que se someten a una evaluación muy simple de velocidad y comprensión de lectura para ingresar a la universidad, no más de cien la aprueban satisfactoriamente.

¿Qué puede esperarse de una maestra o un maestro que no sabe quién fue Napoleón Bonaparte? Indudablemente ella —la maestra ignorante—,  fue deformada que no formada en la teoría del Como si… De dicha teoría me previno mi asesora de tesis en la Facultad de Humanidades en 1992, nunca imaginé vivirla tan cercanamente.

 

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