No es la primera vez que Jimmy Morales busca remover a Iván Velásquez.
La noche del martes pasado, algunos nos acostamos con la inquietante noticia que José Rubén Zamora compartió en su muro de Facebook: «El presidente Jimmy Morales ha decidido sacudirse al comisionado Iván Velásquez. A través de su embajador Jorge Skinner, ha pedido audiencia con el secretario general de Naciones Unidas el viernes de esta semana para demandar la salida inmediata del comisionado de la Cicig».
Sin embargo, no es la primera vez que Morales busca remover al comisionado Velásquez. En marzo de este año, el senador demócrata estadounidense Patrick Leahy manifestó su preocupación por la posibilidad de que el presidente Morales pidiera la remoción de Velásquez. El congresista le expresó a Morales la importancia del apoyo al trabajo de la Cicig. Como respuesta, en esa ocasión el presidente Morales negó las intenciones de solicitar el cambio de Velásquez, pero señaló que ningún funcionario tiene su puesto asegurado y que podría requerirlo si él quisiera, pasando bochornosamente por alto el hecho de que el comisionado Velásquez no es un funcionario del Gobierno guatemalteco.
Sin embargo, parece que el momento de intentar ejercer esa facultad para remover al comisionado llegó esta semana, para concretarse durante la visita del presidente Morales al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres. Sin embargo, el canciller guatemalteco, Carlos Raúl Morales, asegura que el presidente no pedirá la remoción de Velásquez y que, en todo caso, la visita surgió a raíz de que el mandatario está preocupado porque las poblaciones de Ixchiguán y Tajumulco no tienen alimentos luego de la erradicación del cultivo de amapola.
Me pregunto si Jimmy Morales pedirá también alimentos para los más de 700 guatemaltecos desalojados de la comunidad Laguna Larga que a la fecha continúan en la línea fronteriza con México. Esas familias piden que se las deje regresar al área para recoger la cosecha de pepitoria. Sin embargo, el Gobierno de Guatemala les requiere la petición por escrito. Mientras tanto, siguen allí.
Más de la mitad de los niños guatemaltecos menores de cinco años están desnutridos. ¿Pedirá también alimentos para ellos? El mensaje del canciller Morales no convence. ¿Por cuánto tiempo darán alimentos a las familias de San Marcos? Lo que estas necesitan es empleo, pero digno y sostenible. Reunirse con el secretario general de la ONU para pedir eso raya en lo absurdo.
Y si el argumento del canciller no convence, menos el del portavoz de la Presidencia, Heinz Heimann, quien en conferencia de prensa justificó el viaje del presidente en la búsqueda de préstamos que permitan implementar un «nuevo modelo» que, palabras más, palabras menos, describe el Plan Alianza para la Prosperidad. De hecho, el apoyo del Gobierno de Estados Unidos a este plan está condicionado a la permanencia de la Cicig.
Ciertamente el cumplimiento de esta condición estaba detrás de la preocupación de Leahy cuando en marzo pasado alertó a demócratas y a republicanos de que debían permanecer atentos a la situación y retirar el apoyo a Guatemala en caso de que el gobierno de Jimmy Morales socavara o debilitara el trabajo de la fiscal general Thelma Aldana y del comisionado Velásquez.
Parece irónico que sean los diputados de Estados Unidos, y no el gobernante de Guatemala, quienes valoren el trabajo de la Cicig y vean necesario avanzar en aspectos fundamentales. Son ellos quienes han demandado fortalecer el combate de la corrupción e incrementar el presupuesto de la nación a través de la recaudación fiscal para generar condiciones que permitan reducir los rezagos sociales y las desigualdades, avanzar en la justicia social y evitar que muchos vean en la migración la única opción para sobrevivir.