La solución para la pandemia son las vacunas, no el engaño

La incertidumbre ha acompañado a los seres humanos desde siempre. Conforme evolucionó nuestra especie, la inseguridad fue sustituida por la confianza gracias a los avances científicos y tecnológicos, como el descubrimiento de las vacunas, entre otros.

Hoy nos está tocando a los guatemaltecos vivir momentos de zozobra. Nueve mil muertos por la covid-19 (desde que se declaró la pandemia) y cerca de 50 % de positividad en las pruebas que se realizan diariamente son números que deberían provocar la angustia de los gobernantes de nuestro país. Pero, como respuesta de ellos, solo tenemos acciones que empujan a la población a un estado de incertidumbre.

La peste ha puesto ante los ojos de los ciudadanos los más obscenos descaros de muchos pseudolíderes que dirigen el Estado. Y estos, en lugar de dar paso a la sensatez y a la cordura ante el hecho de saberse descubiertos, parecen marchar a todo galope (paso rápido de los cuadrúpedos) hacia un escenario de enfrentamiento con la población.

Ante esa debacle, las personas más necesitadas —que son la mayoría en Guatemala— han puesto su esperanza en las autoridades de salud porque consideran que la medicina es el último reducto de la ética. Y así debería ser. Desafortunadamente, la cartera de salud (no me refiero al personal que se está batiendo contra el virus en los hospitales y en los centros de salud) pareciera empecinada en competir con la Cancillería en una perversa lucha por sembrar confusión y desesperanza. Y la población (muy dada a convertir sus terribles realidades en chistes) ha empezado a identificar en el canciller al principal protagonista de un ridículo melodrama que bien podría llamarse Un viaje sin sentido a la Federación de Rusia.

De momento no sabemos qué pasará con las vacunas Sputnik (a pesar del viaje del canciller). Ignoramos si habrá segunda dosis para las personas que ya fueron inmunizadas con las vacunas de AstraZeneca. Desconocemos qué medidas tomará el Gobierno en orden al desbordamiento de los hospitales, que están atendiendo a pacientes afectados por la covid-19. Y de remate, nadie ha dicho ni pío con relación a las dudas que se han generado en cuanto a si hay o no contrato firmado con los rusos.

Para estar a salvo es necesario haber pasado por una adecuada inmunización (primera y segunda dosis). En caso contrario, es como caminar sobre chayes con un pie descalzo y el otro calzado.

Como pueblo, tenemos derecho a conocer el terreno que estamos pisando. En vía contraria, un mar de incertidumbre ha hecho presencia entre nosotros a causa del contraste que hay entre lo que sí sabemos y lo que se dice sottovoce (porque nada puede esconderse del calor de la verdad). Analicemos algunos de esos escenarios.

De lo que sí estamos seguros es de que la variante delta del coronavirus se nos viene encima. Estamos sabidos de que es muy contagiosa y de que es la responsable del 90 % de los nuevos contagios en Gran Bretaña. También sabemos que para estar a salvo es necesario haber pasado por una adecuada inmunización (primera y segunda dosis). En caso contrario, es como caminar sobre chayes con un pie descalzo y el otro calzado.

De lo que sí estamos seguros es de que el Gobierno ha responsabilizado de los contagios a los ciudadanos. Y de cierta manera tiene razón, pues ha habido segmentos poblacionales que han hecho caso omiso de los protocolos de cuidado personal y grupal en aras de la diversión. Pero ¿se han tomado medidas eficaces para frenar semejantes desenfrenos? Yo creo que no.

De lo que sí estamos seguros es de que cada día aparecen nuevos rostros de la corrupción en Guatemala. Hasta les ganan en número a las variantes del nuevo coronavirus. Recién se notició una lista en la cual aparecen 20 nombres de guatemaltecos considerados corruptos en el Triángulo Norte de Centroamérica, incluidos un magistrado de la Corte Suprema de Justicia y otro de la Corte de Constitucionalidad. Conste que la noticia proviene del Departamento de Estado de Estados Unidos, no de un oscuro netcenter.

Esos contextos —de los que sí estamos seguros— implican para nosotros, el pueblo de a pie, una sucesión de engaños que golpean nuestra dignidad. Tanto así que un amigo mío —fiel discípulo de la paciencia franciscana— me dijo hace dos días: «Nos están metiendo al callejón de los trancazos». Este aviso, dicho por él, significa que el hule no da más para jalar.

El Gobierno tiene que entender: la solución para la pandemia son las vacunas, no el engaño.

scroll to top