La otredad y la angustia

Herrens Veje (Ride Upon the Storm, su título en inglés) es una serie danesa del año 2017 que se encuentra ahora disponible en Netflix, una serie del todo recomendable para mentes que disfrutan el eterno debate entre filosofía y teología.

En esencia, la serie de dos temporadas refiere la vida de un ministro de culto de la Iglesia danesa que, ante las situaciones circunstanciales de su propia existencia, llega a ser plenamente consciente de sus propias limitaciones frente a lo que se espera de un ministro de culto. Ministro de culto y, al mismo tiempo, borracho, mujeriego, mentiroso, debe lograr encontrar la posibilidad de mantenerse a flote para seguir considerándose un hombre del púlpito. Para terminar de hacer atractiva la serie, sobran las citaciones directas a Søren Kierkegaard y a la angustia existencial. Y por si esto fuera poco, el personaje ficticio pertenece a una familia de clérigos protestantes que por los últimos 250 años ha oficiado los sacramentos.

¿Qué se rescata de esta serie? La referencia fundamental al vacío existencial que aparece cuando se hace la pregunta sobre adónde se ha ido el Creador. La pregunta no es nueva. Fue la pregunta de todos los profetas menores del Antiguo Testamento. Fue también la pregunta de quienes sobrevivieron los campos de concentración luego de presenciar la barbarie del nacionalsocialismo. Es la eterna pregunta cuando se contempla el dolor que generan las crisis actuales, la guerra, la hambruna, los desplazamientos forzados de personas, migrantes ahogados, jóvenes en condiciones de explotación laboral, ancianos que mendigan en las calles… Otra pregunta que aborda esta serie es la de quiénes, ante sus propios dilemas existenciales y el sufrimiento interno, son los que claman al cielo. Cual colofón, esta serie usa de música de fondo una versión modernizada del himno God Moves in a Mysterious Way, escrito por William Cowper en 1773.

¿Es esta existencia un examen? ¿Es esta existencia un aprendizaje? ¿El bien debe realizarse independientemente de una creencia anclada en la vida, pero que trasciende la carne?

De nuevo, ante el dilema existencial es inevitable la angustia. O al menos una lectura de Kierkegaard nos haría plantearlo así. La aceptación de la otredad (y en particular del Otro —con o mayúscula—) requiere determinar qué tan radical y alejada es su existencia. Porque ante el vacío existencial no hay muchas salidas: o se acepta estoicamente que esta existencia es como es, con su finitud, sin sentido, cual tragedia griega, o buscamos la construcción del sentido existencial sin el asidero de muletillas. O reconocemos que hay un sentido trascendental y una otredad que, aunque ocultos, están allí. Estas tres preguntas (con sus propias respuestas incluidas) son inevitables en algún momento de la vida.

La angustia del vacío existencial no puede dejar de ser llenada. Puede ser ignorada, pero no puede evitarse el diálogo. ¿Es esta existencia un examen? ¿Es esta existencia un aprendizaje? ¿El bien debe realizarse independientemente de una creencia anclada en la vida, pero que trasciende la carne? Estas preguntas van a abordarse en la serie desde la perspectiva de un hombre, ministro de culto, que ha llegado a reconocer que todos somos, cual dualidad existencial, «santos y pecadores». Y precisamente por ello no estamos alejados de sostener el diálogo permanente respecto al sentido de la vida.

Por el contrario, estamos obligados a llevarlo a cabo.

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