La fiesta de los «ajq’ijab’»: el 8 B’atz’

Recién este 10 de mayo se cumplió un ciclo más de 260 días —el ciclo ritual o Cholq’ij en k’iche’—, en el nawal 8 B’atz’.

El 8 B’atz’ cae aproximadamente cada 9 meses o 260 días, después de que se ha cumplido toda una vuelta en la cual se combinan 13 numerales y 20 nawales. Este ciclo tiene la particularidad de que ha llamado tanto la atención que se ha dado por denominarlo año nuevo maya. Dicha perspectiva es equivocada. Acá comentaré algunos puntos al respecto.

La celebración del 8 B’atz’ tiene su origen en el pueblo k’iche’ de Momostenango, donde se ha celebrado sin interrupción como mínimo en los últimos 150 años. Sin embargo, cabe precisar que, dados su significado y su papel dentro de la comunidad momosteca, es posible que dicha tradición tenga más de medio milenio de llevarse a cabo. El coronel totonicapense García Elgueta documentó dicha celebración en su monografía del departamento en 1897: habló de «miles de indios» que asistían de todas las regiones y da un listado de cerros/altares que se visitan, así como unas breves explicaciones en torno a los nawales. A mediados de la década de 1930, Goubaud Carrera presentó en la Sociedad de Geografía e Historia su trabajo sobre dicha celebración, en un momento en que Schultze-Jena —un etnólogo alemán— ya había documentado dicha celebración y el uso del calendario ritual tanto en Momostenango como en Chichicastenango.

Equivocadamente se lo homologa con el año nuevo. No lo es. Más bien es una celebración de los guías del pueblo y consejeros de la comunidad.

El 8 B’atz’ no es, como mencioné al inicio, el año nuevo maya, sino un ciclo ritual de renovación y reafirmación de los cargos de ajq’ijab’ (plural de ajq’ij, cuya traducción más aproximada sería especialista ritual), siendo ese el día en que se recibe dicho cargo y cuando este se renueva. En Momostenango, dicha celebración viene siendo una especie de feria patronal extra: el pueblo se paraliza y se llena de ventas de materiales para ceremonias rituales (candelas, ocote, incienso, resina, etcétera), mientras miles de personas se movilizan por los lugares sagrados. Esta celebración, además, no es una que involucre a todas las personas: involucra únicamente a los ajq’ijab’, a sus familias, a sus amigos y a algunos curiosos ocasionales. Además, no es exactamente una fiesta, en el sentido de esparcimiento, sino más un encuentro con los lugares sagrados y una reafirmación del cargo (que viene de carga o peso), de un compromiso de por vida, de una celebración ritualizada de la oportunidad de servir a los cerros y a los antepasados, entre otras entidades.

Parece que todas las comunidades mayas tenían un nawal específico para celebrar a los ajq’ijab’ (que, vale decir, no se refiere a todos ellos, sino a un nivel en particular; otros tienen celebraciones en otras fechas y comparten esta). Hasta donde sé, el único que se conoce es el 8 B’atz’ y es una tradición momosteca que aparece en casi cualquier trabajo etnográfico sobre esa comunidad (por ejemplo, el de R. Carmack y B. Tedlock, así como los trabajos locales de H. Akab’al o de V. Ajxup y J. Zapil). Es posible que fuera exactamente el mismo nawal y numeral para otras comunidades, pero hace falta más investigación. La formación y entrega de los cargos de ajq’ijab’ no se ha detenido en prácticamente ninguna comunidad maya en los últimos siglos, pero es en el XX cuando —en medio de la recuperación sistemática de la cultura maya antigua de parte de los mayas actuales— se estandarizó la idea del 8 B’atz’ como el día de los ajq’ijab’. De esa manera se celebra en muchas partes del país. Sin embargo, equivocadamente se lo homologa con el año nuevo. No lo es. Más bien es una celebración de los guías del pueblo y consejeros de la comunidad junto a sus más cercanos, aunque el fenómeno es colectivo en Momostenango.

Hoy, 1 No’j, seis días después del 8 B’atz’, todo mi reconocimiento, aprecio, cariño y apoyo a los maestros ajq’ijab’, verdaderos guardias y reproductores de la cultura y los valores comunitarios mayas a pesar de los fanatismos religiosos, la destrucción comunitaria en diferentes momentos de la historia, el racismo y la discriminación cotidianos, y el desprecio de los grupos de poder de este país.

Sib’alaj maltyox, nan. Sib’alaj maltyox, tat.

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