La ficción de los vientos favorables

Ha iniciado el mes de enero. Sorprendentemente las actividades están a todo vapor en diversos ámbitos. Ha quedado atrás la vieja idea de la difícil cuesta del primer mes. Desde los primeros días se nota intensidad, dinamismo, cierto sentido de positivismo que rebasa los buenos deseos tradicionales.

Conversando con diversas personas que provienen de distintos sectores, aflora un sentimiento peligroso y artificial.  El ambiente está motivado por dos factores: a) existen altas expectativas sobre lo que podrá hacer el nuevo gobierno. Eso no es negativo, incluso puede calificarse como positivo como elemento de presión, fijación de parámetros, deseos de cambio. Está por verse si, como ha ocurrido con todos los gobiernos de la era democrática, las dificultades de cumplimiento se convierten en los ingredientes de declive, lento o rápido. b) lo preocupante está en creer que ese ambiente, casi fervoroso, obedece a que el objetivo político ha sido logrado. El cortoplacismo aflora con ganas. Se tiene la percepción que haber logrado sacar de la jugada a la exprimera dama y posteriormente a Baldizón es igual a una victoria. ¿Dejarlos fuera era el objetivo? Ahora, sin ellos, soplarán naturalmente vientos a favor.

Permanentemente, los guatemaltecos jugamos a engañabobos; caemos en falsas fijaciones, casi obsesivas que rápidamente se convierten en razones creadas por unos para convencer a los otros. Así se van formando capas de mentiras, que al compás de las repeticiones terminan siendo “verdades”.  Ahora no es la diferencia. Los malos han salido de la película y aparecen los buenos, los salvadores.

La historia se repite, como si se tratara de la rueda de los hamsters. En unos meses, quizá a la distancia de uno o dos años, la lógica tenderá a repetirse. Cuando las cosas ya no se ven tan buenas, aflora la lluvia de críticas, los apoyos se convierten en dudas y estas en oposiciones. Se fijan nuevos supuestos, se forza la vista hacia otros lados y surgen personajes que enarbolan la visión de lo distinto, del cambio.

¿Es posible romper con este ciclo? Claro que sí, pero lo primero está en creer que eso es posible y que las posibilidades del verdadero cambio político no están en otro planeta.

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