Sin embargo, si consideramos que esta enfermedad psíquica se caracteriza porque el paciente muestra lenguaje y pensamientos desorganizados, a veces delira, alucina –considera ver y hasta participar en eventos inexistentes– con trastornos afectivos (hoy dice amar a alguien y mañana dice detestarlo), etc., bien podemos decir que el régimen que se impuso luego del triunfo electoral a través de una propaganda engañosa, tiene rasgos de esquizofrenia.
Las contradicciones y el desorden verbal son cada día más evidentes, en particular cuando a las cuestiones propias del sistema político se refiere. Todos los naranjas, abanderados por su líder, el actual Presidente de la República, se dijeron a favor de las reformas a la Ley electoral y de partidos políticos –LEPP– y en la legislatura anterior (2008-2011) intentaron aprobar sus reformas. Sin embargo, cuando la cuestión fue retomada siendo ya gobierno, simplemente le pusieron peros a las cuestiones más fundamentales y esencialmente democráticas: financiamiento de campañas y sistema de cuotas entre otras.
El dueño del partido se queja del transfuguismo de diputados, acusando a los otros partidos de estarlos comprando. Pero ni se presentan las pruebas ante las autoridades respectivas para que se haga la investigación legal correspondiente, y cuando los “fugados” van a parar a su empresa electoral ya no son mercaderes de la política sino que lo hacen por altos principios ciudadanos.
Con la ambición del triunfo electoral entre ceja y ceja, el grupo naranja deglutió a cuanto político local le ofreciera sus recursos sin importar sus calidades, el puño rabiosamente cerrado era el crisma que absolvía y purificaba a todos los señalados de corruptos, y los Arévalo, Medrano o Barrientos, aún gozan de la simpatía y apoyo de las actuales autoridades. Si algunos Paniagua son retirados del empleo, siguen protegidos por la bandera naranja. El caso del alcalde Vivar es una extraña excepción que, al serlo, confirma la regla del compadrazgo y complicidad.
Las autoridades se aman y besan con la cúpula empresarial, llegando a mostrar las paradojas de su propuesta política al pedalear jadeantemente en el magno evento empresarial de 2012, sin moverse del mismo lugar y sin ir a ningún lado. Los empresarios aplaudieron frenéticos. Ése es el modelo de gobierno que necesitan: que jadee, se esfuerce y luzca, pero que el país no se mueva de donde miserablemente está. Pero si el contrincante de pasadas elecciones hace mayores genuflexiones y besa las pisadas de esa cúpula, resulta que es un traidor a los intereses más profundos de la patria.
Se acusa a comerciantes de medicamentos de corruptos, pero llegados al poder no sólo se negocia con ellos sino que se pretenden las arcas de entes autónomos para satisfacer la voracidad de esos financistas, ahora sus límpidos aliados. Se dice en público que no se pagan favores de campaña, pero no se hacen públicos los listados de los financistas y por todos lados se evidencian esos favores.
Se hicieron amplias y fuertes declaraciones en favor de la Ley de desarrollo rural que parecía que se defendería hasta con las uñas, pero sólo fue un seño fruncido de los dueños del país y todo el ejército naranja –en apenas doces meses ya bastante decolorado– y sus aliados hicieron mil maromas para no llevar ante el pleno tal Iniciativa de Ley.
Es de esperar que este síndrome de los actuales gobernantes se desvanezca luego de la visita a Davos, donde los grandes empresarios y especuladores financieros, incluido el exjefe del ahora canciller, puede que pidan coherencia y corrección, no sólo en las palabras y las formas sino, sobre todo, en los hechos.