Llevamos varios días dándole vueltas al tema de la educación sexual por la discusión sobre la ley de la juventud. No obstante, el intento de incluir la educación sexual integral en el ámbito público no es algo nuevo y las reacciones que desata tampoco.
Pero, más allá de abordar el tema desde el punto de vista legal, de política pública, o de discutir la decisión de los padres de familia al respecto, quiero llamar la atención sobre el hecho de que existen cuestiones mucho más de fondo —y que no queremos ver— para comprender la importancia de una educación sexual integral y la necesidad de que el Estado garantice su acceso a toda la población.
Como punto de partida, debemos decir que la sexualidad es parte de la vida, es algo natural, pero además es un tema muy amplio, que no debe ser reducido a las relaciones sexogenitales. Tiene que ver con la integralidad de la persona, con su cuerpo, con sus emociones, con su proyecto de vida, etc.
Desde la construcción de género hay muchos estereotipos respecto a la sexualidad de hombres y de mujeres que nos hacen mucho daño. A los hombres, en contraposición con las mujeres, se les permite y hasta se les alienta a iniciar su vida sexual desde adolescentes, ya que se cree que eso les va fortaleciendo la hombría. Desde muy temprana edad tienen una fuerte presión de demostrar constantemente su virilidad y su sexualidad activa —con todo lo que ello implica, incluso faltarles el respeto a las mujeres—. Y si no lo demuestran, son tachados de huecos. Esto claramente distorsiona la visión sobre la sexualidad desde muy pequeños.
En muchos lugares es normal ver unirse a parejas jóvenes, de unos 17 años, que apenas están terminando sus estudios y que ya están listas para recrear un círculo vicioso. Ambos creen estar listos para enfrentar el irreparable destino que les espera: ser el proveedor y ser la madre.
Hace un tiempo platicaba con una señora mayor en el mercado. Ella cuidaba a un niño de brazos, hijo de su sobrina. Me contó que su sobrina ya no quería tener más hijos, pero que su esposo no entendía eso, que él solamente quería llegar a coger cada vez que él tuviera ganas y que no permitía ningún tipo de método anticonceptivo, mucho menos un no por respuesta a su deseo sexual (ni qué decir de un remoto conocimiento del derecho a poder decidir sobre embarazos espaciados y de otros derechos sexuales y reproductivos).
Historias hay muchas, un sinfín de situaciones que atraviesan vidas humanas: situaciones de violaciones y otros tipos de abusos sexuales sufridos principalmente por mujeres (aunque también se da en contra de hombres, pero de esto no se habla porque es aún más vergonzoso), embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, corazones rotos, autoestimas destruidas, etc.
La falta de educación sexual integral les está jodiendo la vida —consciente e inconscientemente— a mujeres y hombres y trasciende clases sociales, edades, etnias, áreas geográficas, credos. Claro que unos la sufren más que otros, como los más empobrecidos, sobre todo esas mujeres. La falta de educación sexual es un problema público cuando estamos viendo un alto número de violaciones y abusos sexuales, de embarazos en niñas, de enfermedades de transmisión sexual, etc.
No estoy de acuerdo con los argumentos que dan las Iglesias respecto a que la educación sexual desatará la práctica sexual irresponsable y la violencia sexual y contra las mujeres. ¿En qué mundo viven? Esto ya es una realidad aunque no la quieran ver. Además, vivimos en una sociedad extremadamente conservadora, llena de tabúes y de doble moral. ¿Que lo decidan los padres? Ni siquiera contando con un papá médico y asistiendo a buenos colegios, ni mis hermanos ni yo tuvimos una educación sexual integral. Imagínese lo que sucede en otros niveles.
¿Por qué tener miedo a que los jóvenes y las mujeres tengan el poder de la información? Los jóvenes y las mujeres necesitan una información lo más completa e integral posible para poder tomar decisiones más conscientes y que les permitan desarrollar proyectos de vida plenos, así como para combatir la violencia sexual y de género. Y, claro está, la educación sexual integral es nada más un componente de muchos en ese largo camino.
*Recientemente, la ONU pidió a los países afectados por el zika brindar educación sexual y reproductiva, así como defender el derecho a interrumpir el embarazo, frente a la amenaza de concebir hijos con malformaciones provocadas por el virus.