La derecha que necesitamos los de izquierda

Mucho se dice y critica de la precariedad de la izquierda en Guatemala. Y es cierto. Pero, ¿qué decir de la derecha? ¿Necesita Guatemala de una derecha?

Leyendo el artículo “soy de izquierda” que en dos partes escribió Lucrecia Hernández Mack, me abrumó repensar la magnitud de la indiferencia política en nuestra sociedad o la complejidad del debate sobre las ideologías. Al posicionarme ideológicamente a la izquierda, no puedo sino simpatizar con que “nos urge pensar en un proyecto político o ciudadano que nos aglutine, con más alcance en el mediano y largo plazo.  ¿Cómo le hacemos para detener el arte de restar y empezamos a sumar?”

Pero también me resultó inevitable recordar una conversación reciente con un líder joven, quien se posiciona ideológicamente bien hacia la derecha. Al margen que, al igual que Lucrecia, tiene razones familiares para su posicionamiento ideológico, tiene una visión crítica de la derecha guatemalteca y habla del desafío de articular un proyecto político legítimo.

Tanto a la izquierda como a la derecha, parece que habemos quienes tenemos pero bien claro que los proyectos políticos que tenemos a la vista carecen de legitimidad. Y no vemos en las reformas legales que se impulsan una verdadera y duradera luz al final del túnel.

Así como Lucrecia hace un esbozo de la izquierda que debiésemos tener, me pregunto: ¿qué tipo de derecha necesita Guatemala? ¿Necesitamos de una derecha? Responder requiere madurez y prudencia.

En su libro “Revoluciones sin cambios revolucionarios”, Edelberto Torres-Rivas analiza “los procesos y los movimientos revolucionarios actuales a partir de sus hondas raíces en el dominio cafetalero. Ello nos lleva a mirar el poder oligárquico y el Estado liberal como una expresión del poder colonial… si la dinámica de la hacienda alimenta el sentido oligárquico que todavía mantiene la burguesía moderna contemporánea”. Según Torres-Rivas, “los procesos que condujeron a la crisis política y a sus manifestaciones de violencia guerrillera, en los años setenta y ochenta del siglo pasado encuentran su explicación última en el rechazo a la incapacidad (imposibilidad) del Estado oligárquico para ordenar la vida política por medio de las maneras democráticas. ¿Por qué utilizar la represión y no buscar el consenso? Las luchas de la posguerra anunciaron el cambio que las clases dominantes no percibieron”.

En la conversación con el joven derechista, él propuso avanzar hacia una derecha republicana, en la que derecha e izquierda gocen de representación y cuotas de poder político legítimas alternándose el poder. Me pareció leer entre líneas su necesidad de superar críticamente lo que Torres-Rivas magistralmente reconoce como lo que ha sido nuestra derecha, que conformó un Estado oligárquico muy alejado de la derecha republicana que el amigo derechista dice anhelar.

Y visto así, pues de verdad que necesitamos una modernización en la derecha, que abandone su afición a la represión e incapacidad para las maneras democráticas. Una derecha que dé el gran salto adelante a la madurez para debatir ideas y buscar consensos. Y si quieren seguir el modelo de una derecha republicana en el que disputan con la izquierda cuotas de poder político por medios democráticos, pues me parece que sería un avance comparado con lo que hemos tenido.

Pero todavía estamos lejos de allí. Y se me antoja que, como gran ironía o jugarreta de la historia, quizá hoy la izquierda y la derecha republicana joven hasta parecen aliados potenciales para causas de interés común: superar el Estado oligárquico para poder ser adversarios en una sociedad democrática y pacífica.

Una alianza de facto inquietante, pero que ojalá la generación presente o las futuras supiesen impulsar. Es casi como nuestra única salida ante otra debacle.

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