Si la eleción de Hugo Chavez en Venezuela, con 55% de los votos en el primer turno, puede decirse que significó el triunfo de una proyecto popular sobre la propuesta conservadora y defensora de las políticas neoliberales, los triunfos de Fernando Haddad en São Paulo y de Carolina Tohá en Santiado de Chile son no solo el triunfo de las propuestas nacidas de las demandas sociales sino, además, la consolidación de jóvenes políticos que desde la izquierda comienzan a hacer la diferencia en sus partidos, en sus países y, por qué no decirlo, en la región.
Fernando Haddad, politicólogo y filósofo, estudioso del marxismo, a cuyo análisis y crítica dedicó su tesis de doctorado, era hasta hace poco el ministro de Educación de la presidenta Rousseff, habíendolo sido también buen tiempo del presidente Lula. Y fue Lula quien, como hizo con la ahora Presidenta del Brasil, lo propuso ante las bases y dirección del PT como parte de ese grupo de nuevos dirigentes que, sin ser parte de la ya ahora vieja aristrocracia partidaria, son capaces no solo de defender e impulsar las propuestas básicas de una izquierda moderna sino, sobre todo, hacerlo con decencia, propiedad y sin aspavientos. Como ministro de Educación impulso la más ambiciosa agenda de inclusión social que jamas se había visto en el Brasil, ampliando no solo la cobertura sino la calidad de la educación primaria, media y superior.
Carolina Tohá, por su parte, ha sido dos veces diputada por el PPD chileno y, como Haddad con Lula, ella adhiere su ideario y su imagen a la de la presidenta Bachelet. Como diputada ha apoyado las luchas por la educación pública, la que desde la alcaldía de Santiago se ha comprometido a impulsar vehementemente.
No les ha sido facil ganar. Haddad comenzó con 3% en las encuestas, sufriendo el ataque de los más importantes medios de comunicación que defendían a José Serra, excandidato presidencial derrotado por Lula y luego por Dilma Russeff y quien, a pesar de su trayectoria progresista, para ganar se hizo defensor de las posiciones más conservadores del gran capital paulista y brasileño. Tohá debió enfrentar a toda la maquinaria gubernamental que hasta el último momento soñaba con controlar Santiago, al grado de que días antes los precandidatos presidenciales de la derecha se pelearon por aparecer junto a su candidato el día de su supuesto triunfo.
Ni Haddad ni Tohá la tendrán fácil pues, además de enfrentar las maquinarias mediáticas conservadoras, las demandas y expectativas de sus comunidades son altas. Él administrará una ciudad de más de once millones de habitantes y ella deberá satisfacer las demandas públicas de la concentración urbana más grande de Chile (cuatrocientos mil habitantes, aproximadamente). Sin embargo, llevan la fuerza y empuje que les da pertenecer a propuestas políticas coherentes, construidas desde la base y con amplio respaldo popular, abanderando una amplia unidad de fuerzas progresistas que pretenden continuar promoviendo agendas en beneficio de los más amplios sectores de la población y no solo satisfaciendo al gran capital transnacional. Evidentemente las derechas en ambos países están acorraladas y contra la pared, como lo están también en otros de la región.
La democracia, si se impulsa con seriedad y no se queda en el simple electorerismo, es la puerta para la justicia social. ¿Será que podemos imaginar algo así para Guatemala?, ¡cuanta falta han hecho aquí Manuel Colom, Fito Mijangos, Gonzalo Yurrita y Danilo Barillas!