La amenaza “solapada” contra Irmalicia Velásquez

Hay gente que en Guatemala alardea de haber contribuido a la aniquilación del disenso académico y político. Éste es un país en el que los intelectuales han sido asesinados y desaparecidos.

En las décadas del sesenta y setenta, la persecución de voces alternativas era “normal” en el mundo de la vida cotidiana. Comandos militares y escuadrones de la muerte vinculados a las cámaras empresariales secuestraron, torturaron y asesinaron a miles de guatemaltecos. La justificación de esas muertes la daba no sólo el opinar desfavorablemente ante este modelo excluyente, racista y explotador de desarrollo, sino el ser “demasiado educados”. Ser académico o intelectual implicaba no solamente convertirse en un adversario político del ejército y las cámaras empresariales, sino en un objetivo militar que debía ser eliminado.

Para proceder con los asesinatos no era necesario más que acusar a las víctimas de ser terroristas o subversivos. No era necesario presentar pruebas ni seguir un procedimiento enmarcado en el derecho. En ese entonces, la simple acusación bastaba. Ninguno de esos muertos gozó del debido proceso al que hoy tienen derecho quienes acabaron con esas miles de vidas en el pasado. Derecho que hoy tienen quienes siguen acusando de terroristas y subversivos a los que piensan diferente. Esa violencia anti-intelectual condujo a que, a inicios de los años ochenta, plumas y voces disidentes fueran extirpadas, desaparecidas, fulminadas del espectro sociopolítico nacional. Con ello se creó un profundo vacío en la política. Una Guatemala despolitizada, apática, providencialista, melancólica, desvinculada, miedosa, alcahueta con los violentos y los abusadores, fue lo que dejó ese legado. En la actualidad se asiste con preocupación a un tipo de rearticulación de esas fuerzas de muerte. Fuerzas que creíamos se encontraban únicamente en la memoria de esos años. Un tiempo que creíamos superado.

Con mucha inquietud observamos que la doctora en Antropología Irmalicia Velásquez Nimatuj, una de las académicas y activistas más respetadas el día de hoy en Guatemala, es objeto de ese tipo de prácticas del pasado. La doctora Velásquez ha sido una de las pocas intelectuales guatemaltecas que en sus estudios, de la mano de la excelencia académica, ha traído al frente su historia personal. En su tesis de doctorado, la doctora Velásquez dedica todo un capítulo a mostrar de forma transparente su historia intelectual y política. Esa transparencia y honestidad es una de las características que le han dado el reconocimiento que goza en la actualidad.

La doctora Velásquez ha sido en repetidas ocasiones objeto de los abusos y violencias que se dan en los espacios de opinión pública de medios televisivos y escritos. En una primera ocasión, la organización que ella dirige fue víctima de la difamación y falsedad orquestada impunemente por periodistas sin ética del Canal Antigua, quienes los acusaron calumniosamente de “terroristas”. En un campo pagado publicado en elPeriódico el lunes 15 de julio, pretendiendo intimidarla, la doctora Velásquez fue objeto de las mentiras blandidas por el presidente de la Fundación contra el Terrorismo, Ricardo Méndez Ruiz.

Como en el pasado, la estrategia que se está utilizando consiste en identificar a líderes políticos y sociales que demuestran con sus hechos que las cosas pueden hacerse de forma diferente en Guatemala. El procedimiento que este personaje dedicado a tiempo completo a difamar académicos y activistas sociales es el mismo que se usaba en la época de la guerra para exterminar a los adversarios políticos.  Sin ninguna prueba se le imputa el apelativo de terrorista a quien cuestiona el abuso, la corrupción y la violencia con que se gobierna Guatemala. Para este tipo de personas, la simple acusación sigue siendo más que suficiente. Esto se convierte en el factor anticipatorio de una violencia con la que pretenden erradicar el disenso. El mensaje que manda este personaje y su fundación es más que claro: “ya les dijimos terroristas, si insisten en manifestar su desacuerdo los vamos a matar. Ya los matamos una vez  sin necesidad de pruebas y aquí seguimos, impunes, sin que pase nada. Tenemos las armas y las influencias que ustedes no tienen, así que mejor se callan”.

Hay varias cuestiones que cualquier guatemalteco le debería de preguntar a Méndez Ruiz y a sus secuaces dedicados a aterrorizar a la disidencia. ¿Qué intereses y negocios oscuros de estos sectores vinculados al ejército de Guatemala, el sector privado organizado, la mafia y sus centros universitarios y mediáticos de adoctrinamiento están siendo afectados por las actividades y denuncias de la doctora Velásquez? ¿Por qué la organización social, política y económica de sectores empobrecidos, feministas, indígenas, derechos humanos, ecologistas es catalogada de terrorismo? ¿Por qué el desarrollo puede darse sí y solo sí ellos se enriquecen mientras el resto se empobrece? ¿Por qué si alguien piensa que el desarrollo debe ser para todos es considerado como subversivo? ¿Quiénes financian a la Fundación contra el Terrorismo? ¿De dónde sacan los cientos de miles de quetzales necesarios para publicar esos carísimos pasquines y campos pagados? ¿Quién le paga a Ricardo Méndez Ruiz que tiene tanto tiempo para dedicarle a la intimidación, la mentira y la amenaza?

Lo que ha escrito Ricardo Méndez Ruiz en el campo pagado del lunes pasado, además de ser una difamación, es una amenaza solapada contra la doctora Irmalicia Velásquez Nimatuj. Es imprescindible que las fuerzas competentes del Estado inicien una investigación preventiva con el fin de evitar que la vida de la doctora Velásquez, y la de sus familiares, puedan verse comprometidas. Igualmente, es urgente la observación y presión al Estado por parte de los organismos internacionales de derechos humanos, ya que el peligro de que reaparezca este tipo violencia contra los disensos, oposiciones y disidencias se encuentra a la vuelta de la esquina. 

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