Las tragedias nos hacen solidarios. El llanto de una madre por su hijo injustamente asesinado nos recuerda que la tristeza no conoce fronteras. Poco importa si es Kenia o México, Colombia o Guatemala. Urge apostar por una cultura de paz.
El ataque planificado por Mohamed Kuno, de nacionalidad keniana y de etnia somalí, dejó el saldo mortal de 147 jóvenes asesinados por miembros de la milicia yihadista somalí Al Shabab (Los Jóvenes).
Van aproximadamente dos semanas de la masacre ocurrida en la Universidad de Garissa (Kenia), y parece que seguimos tratando de entender y tomar postura frente a un nuevo acto de barbarie.
Los pocos que se dignaron a escribir su opinión orientaron sus ideas a exigir sin éxito a los usuarios de Facebook que utilizaran el hashtag #JeSuisKenia, recordando el uso masivo de #JeSuisCharlie.
Esa discusión sobre si escribir o no el hashtag motivó editoriales que regañaban al mundo digital por no mostrarse solidario con Kenia. ¿Escribir #JeSuisKenia soluciona algo? ¿No escribir #JeSuisKenia me hace ajeno al dolor? Y así fue como nos enfrascamos en una batalla de etiquetas que, considero, si bien parecen no solucionar efectivamente los problemas, sí los hacen visibles con la esperanza de obtener reflexiones cada vez más profundas y serias.
Es cierto. Este episodio sangriento nos recordó que —posiblemente— en América Latina conocemos muy poco de la historia y la política exterior de Kenia y de su relación con Somalia, razón por la cual hemos olvidado la masacre.
Pero el lunes pasado, cuando me disponía a iniciar una nueva semana, Ndungu David Chege, compañero de la universidad proveniente de Kenia, grabó un video en el cual trata de explicar la situación de su país. Inmediatamente el tema cobró relevancia y actualidad.
Chege comparte varios detalles:
- Que en su país existe una crisis que genera miedo porque no se sabe dónde y cuándo puede suceder un ataque, que puede ocurrir en cualquier momento y lugar.
- En Guatemala, el pasado 10 de marzo, unos delincuentes lanzaron una granada frente a la consulta externa del Hospital General San Juan de Dios que dejó al menos 25 heridos y dos muertos.
- Que el grupo Al Shabab está vengándose y matando inocentes.
- Según datos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), en los primeros cien días del año se han registrado 1 151 víctimas con arma de fuego, cifra que contradice la enérgica declaración del presidente Otto Pérez al proclamar que el 2015 sería para Guatemala «el año de la no violencia».
- Que en la zona donde se produjo el ataque se verá afectado el servicio público, pues nadie quiere trabajar allí.
- Pilotos asesinados, rentas, extorsiones, etcétera, males que afectan a todos los guatemaltecos honestos, son un tema recurrente para la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). Por ello el Gobierno sigue promocionando el Plan Nacional contra las Extorsiones en Guatemala, presentado en el informe de labores 2013-2014. ¿Resultados? Desconozco las cifras, pero a mi primo lo siguen extorsionando los pandilleros.
En Guatemala no necesitamos grupos terroristas de un país vecino, pues nuestros propios amigos se dividen en maras rivales a muerte. No necesitamos milicias yihadistas para sentirnos inseguros en nuestro barrio, pues la muerte nos puede encontrar camino al trabajo o viajando en un bus.
Chege, mi compañero de universidad, con motivos de sobra se muestra afectado y triste por la situación de su país, pero al final de nuestra plática se solidariza con la situación de violencia generalizada en Guatemala.
Kenia y Guatemala, tan lejanos geográficamente pero tan cercanos en tragedias. Lloramos a nuestros muertos y repudiamos toda clase de violencia.
Ante tal desesperanza, ¡#JeSuisGuatemala! O mejor aún, ¡#YoSoyGuatemala!