En el foro mundial de negocios latinoamericano celebrado en el país, al que se dieron cita 200 empresarios de 37 países y alrededor de mil guatemaltecos/as, el presidente de la Asociación de Industriales de Latinoamericanos (Aila) Henry Kronfle, enfáticamente manifestó que “es importante que un país se industrialice en busca de alcanzar el desarrollo, pues una nación así es más capaz de atender las crisis que uno que no lo esté. Asevero que las inversiones en este sistema permiten fortalecer la generación de empleo y la competitividad, a diferencia de los capitales de inversiones golondrina”.
Casi simultáneamente, el jefe de Macroeconomía y Políticas de Desarrollo del Organismo de Naciones para el Comercio y el Desarrollo –UNCTAD– Alfredo Calcagno, presentaba en Suiza el informe anual de dicha institución, en el que manifestó que los países de la región deben dejar de competir con Asia o África en mano de obra barata ya que cuentan con una buena base de recursos humanos y de industrialización, haciendo referencia a los resultados del modelo económico de los sesenta. Finaliza afirmando que la “competencia hacia abajo es destructora de posibilidades de desarrollo”, es decir, que la competencia entre los países en “quien baja más impuestos, más normas laborales o de medioambiente para las empresas extranjeras, creyendo que la inversión extranjera es un fin en sí misma” y se pregunta “¿Para qué se quiere ese tipo de inversión, que paga pocos impuestos y genera poco empleo en las industrias extractivas, que importa gran parte de los insumos y que luego exporta la mayoría de sus beneficios?”.
Como se ve, sin ponerse de acuerdo, los dos personajes en el mismo tiempo pero en distinto lugar, manifestaron lo mismo e indicaron que los países latinoamericanos deberán realizar esfuerzos para la industrialización de sus países. Claro está, las diferencias entre el actual contexto globalizador y el de los años sesenta, son abismales. Hoy, las industrias requieren de fuertes inversiones en investigación y desarrollo, tecnología e innovación, para diferenciar sus productos y alcanzar niveles de productividad que les permitan competir en un mercado internacional más exigente y menos protegido, en un ambiente de negocios amigable.
Lamentablemente, el esfuerzo de la industrialización por sustitución de importaciones iniciado por los países latinoamericanos en la década de los años sesenta, no generó los resultados estratégicos que dicho modelo pretendía en todos los países. Fueron Brasil, Argentina y México, los que aplicaron y cumplieron con la estrategia de dicho modelo, lo que les permitió alcanzar niveles de industrialización considerables que hoy les permite competir en el mercado internacional.
En nuestro país, en aquella década y dentro del marco de la Integración Económica Centroamericana, se alcanzó un grado de industrialización superior al del resto de países, pero se vulgarizó el uso de los incentivos y exoneraciones fiscales y se mantuvo un mercado altamente protegido, convirtiéndose en un modelo eminentemente rentista e ineficiente.
Moraleja: urge transformar la matriz productiva del país, si verdaderamente queremos generar inversión y empleo.
* *El autor es economista con estudios de maestría en Formulación y Evaluación de Proyectos y en Integración Regional. Se ha desempeñado entre otros cargos, como Viceministro de Economía y Presidente de la Junta Directiva del CHN. Actualmente es Director de la Escuela de Economía de la USAC.