Hogar y sentido de pertenencia

Recientemente, la orquesta de cámara de Saint Paul, la ciudad donde vivo desde hace casi 15 años, se dio a la tarea de cocrear un proyecto musical muy innovador para explorar temas de interés con miembros de la comunidad y contar sus historias por medio de la música.

Bajo el nombre Tapiz, el festival incluyó la composición de cuatro piezas musicales basadas en experiencias personales de los compositores o en conversaciones con una variedad de residentes alrededor de una pregunta crucial en estos días: ¿cómo reconocemos el hogar o qué significado le damos a este término?

Pocas veces hacemos una pausa para reflexionar sobre el sentido (o sinsentido) que le damos al término hogar, particularmente quienes hemos migrado a otros lugares o somos nómadas permanentes, sin asideros certeros. Pero esa palabra tiene la misma relevancia para cualquiera que se sienta desarraigado en tierra propia. Así, ¿qué significa para las diásporas el concepto de hogar, sobre todo en una era de proliferación de las redes sociales en la cual se está en tantos lugares sin estar en ellos? ¿Cómo reconocemos nuestras raíces y nuestros orígenes o qué significado les damos cuando algunos aspectos sobre la identidad (o las identidades) son tan fluidos?

¿Es hogar el lugar donde dejamos enterrado el cordón umbilical, como dicen, y donde todavía residen nuestros familiares y amigos? ¿Es hogar el territorio de la memoria, de nuestros ancestros? ¿Es hogar el que expulsa a millares debido a la guerra, a la precariedad, a la violencia, al abuso doméstico, a la corrupción o a la falta de oportunidades? ¿Es hogar esta nueva localidad que, a pesar de tantas adversidades, procura algo mejor para millares de personas y sus descendientes? ¿Es hogar el lugar donde reside el ser amado? ¿Es hogar un mundo sin muros ni fronteras? ¿Es hogar nuestro planeta? ¿Es el barrio o la comunidad donde crecimos? ¿Era el establecimiento donde murieron calcinadas más de 40 jovencitas en la ciudad de Guatemala un hogar seguro?

¿Cómo reconocemos nuestras raíces y nuestros orígenes o qué significado les damos cuando algunos aspectos sobre la identidad (o las identidades) son tan fluidos?

De las muchas reflexiones que suscitó este experimento musical, hay una en particular con la que me identifiqué. El clarinetista de origen sirio Kinan Azmeh, al presentar su composición musical (una obra para orquestra sobre la guerra y la tragedia humana en Siria acompañada de video y música electrónica), explicó que, en lo personal, creía que hogar era simplemente el lugar al cual se quería contribuir sin tener que justificarlo. Cuántas veces nuestra proveniencia, nuestros acentos, nuestros escritos, nuestras opiniones o nuestros esfuerzos se miran con la sospecha o el desdén de quienes consideran que, por lo mismo, no tenemos un papel representativo ni una contribución valiosa que ofrecer. De ahí que, vivamos donde vivamos, provengamos de donde provengamos e independientemente de nuestras circunstancias personales, me pregunte qué es hogar para mí, de dónde puedo ser yo, de dónde podemos ser sino de nosotros mismos y de nosotras mismas.

En esta era de renovados nacionalismos, de xenofobia y de ansiedad por parte de grupos dominantes que temen ir perdiendo relevancia ante el papel político de nuevos actores sociales de las llamadas minorías étnicas, redimensionar conceptos de pertenencia, celebrar nuestras raíces y nuestros orígenes, rescatar el sentido de comunidad, rememorar y cuestionar nuestro hogar (como quiera que lo concibamos y recordemos) son un esfuerzo vital para preservar el rico y complejo tapiz social de una sana democracia.

Y a usted, ¿le evoca algo la noción de hogar?

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