Ganar la presidencia, perder el gobierno

Cuando Jimmy Morales compró la franquicia del Frente de Convergencia Nacional (FCN), a él ni le pasaba por la mente que ganaría la presidencia de puro chiripazo. El que se alinearan los astros del financiamiento, la corrupción del partido en el Gobierno y el rechazo ciudadano a las pandillas tradicionales de la política le hizo el milagrito.

Ser un jugador de marca y no crecer con equipo alguno deja al figurín de la boleta electoral como un delantero en solitario. Termina prisionero de las expectativas del público que lo aplaude goleador, pero también de las metidas de pata de los patrocinadores, del entrenador y de la banca.

Y al parecer, ese es el caso del presidente electo. Sin haber tomado posesión, ya perdió el poder. No controla ni el proceso de transición. Y si no toma medidas correctivas desde ahora, no controlará la presidencia que, merced a los factores descritos, habría ganado en noviembre.

Jimmy Morales, el que declama con errores las estrofas del himno nacional en cuanta conferencia aparece, anda como paloma mensajera. Desde mediados de noviembre lo tienen volando de país en país sin que sean visitas formales como mandatario, pero creyéndose el cuento de que gobierna. Ya recorrió el istmo centroamericano. Llegó a Washington sin haberse podido reunir con funcionarios del poderoso Congreso estadounidense. Voló a California y a Florida, donde se encontró con los conciudadanos migrantes en el Norte, pero sin haber incidido para contribuir a resolver los problema que los aquejan.

Antes de la gira internacional se ocupó o lo ocuparon en una romería para agradecer el voto en los departamentos, de manera que anduvo, como en sus mejores tiempos de comediante, de plaza en plaza, no con maquillaje de comediante, sino con máscara de presidente electo.

Mientras tanto, en Guatemala se produce la transición de gobierno sin que el supuesto futuro gabinete participe en ella. Y las avanzadas del microequipo que se le ha pegado resultan defenestradas por carecer de credenciales para los cargos que intenta ocupar. Tal es el caso de su primer jefe de transición, José Ramón Lam, quien, luego de ser acusado de plagiar ensayos por los que cobró en la Universidad de San Carlos, quedó fuera de la jugada. Luego fracasó la maniobra de su rosca de seguridad por sentar en la Dirección General de Inteligencia Civil (Digici) al militar retirado Óscar Platero Trabanino, quien carece de condiciones para el cargo.

En un mes y pocos días, Jimmy Morales se amarrará la banda presidencial. Luego recibirá también el bastón de mando de las fuerzas armadas. En ambos casos se tratará de ceremonias llenas de protocolo y de montajes escénicos a los que no se sentirá extraño. De ahí en adelante, y hasta que la realidad soporte, vivirá una eterna comedia con el Guacamolón como escenario y con la supuesta agenda presidencial como libreto, pero sin argumento de fondo.

Jimmy Morales habrá ganado la presidencia, pero, sin darse cuenta, antes de asumir el cargo ha perdido el gobierno. La duda es si se ha dado cuenta de ello y se traga el anzuelo para sobrevivir o si es en realidad tan ingenuo que aún no le cae el veinte, como dicen en México.

Aún está a tiempo de recuperar la estafeta. Si bien tiene muy poco margen de maniobra, puede dar los pasos necesarios para impedir que le secuestren la batuta. De no hacerlo y seguir enredado en la telaraña que lo rodea, terminará como un personaje al que las abuelitas describirían como un gobernador de pueblo sin gente. La incógnita solamente él podrá despejarla. Mientras tanto, reciban todas y todos los mejores deseos para un 2016 con pleno ejercicio de nuestros derechos y nuestras libertades.

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