F.U.E.G.O. en las calles

Estudiantes de secundaria y universitarios se organizan y toman las calles capitalinas apoyados por gremios de maestros, profesionales, obreros y artistas para poner alto a los desmanes del gobierno de turno.

Se reúnen en el Fu Lu Sho y manifiestan en la Sexta Avenida, frente al Congreso y el Palacio. La AEU ya anunció las tres demandas para rescatar la democracia en su boletín oficial y las radios retransmiten el mensaje. Mientras los muchachos de la Normal y de Derecho se encargan de las pancartas, las muchachas del INCA, Belén y el Aqueche están parando camionetas y preparan suéteres mojados en vinagre por si les tiran lacrimógenas de nuevo. El movimiento nace en las aulas pero sus consignas resuenan fuera de ellas y son acuerpadas por obreros, el magisterio y asociaciones de profesionales.

Esta crónica no solo es inimaginable en el apático y polarizado presente urbano chapín, sino inexistente de nuestra memoria histórica silenciada, estoy segura, con total alevosía.

 “luchábamos contra la mediocridad y exigíamos calidad en nuestros institutos y lo mismo queríamos hacer con el gobierno”.

El Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado, FUEGO, y las Jornadas de Marzo y Abril de 1962 no aparecen en mis libros de historia. Ni en los de mi hermano menor. Ni en los de mis vecinos, aún  menores. ¿Cuántas generaciones tienen que pasar para que tengamos el privilegio de conocer de nuestra propia historia? Para entenderla, digerirla y aprender de ella.

 “en el instituto había mucha libertad y participación: hacíamos concursos de oratoria y periódicos murales; leíamos a Monteforte Toledo, Asturias, García Lorca y Neruda”.

Como estrategia fue perfecta. Los defensores del status quo y conservadurismo de turno (en ese entonces representados escénicamente por el gobierno de Ydígoras Fuentes) no solo ejercieron todo tipo de represión hacia el movimiento urbano de aquel momento, sino que se aseguraron de silenciarlos para luego y siempre jamás.

 “primero nos tiraban gases lacrimógenos pero con el tiempo todo fue peor, nos golpeaban, nos disparaban […] mataron a tres estudiantes de Derecho colocando pancartas y después de eso ya no pararon los asesinatos y desapariciones; fue muy doloroso”.

Borraron esas páginas de la historia. Y era de esperarse. ¿A quiénes de los que dirigían –y dirigen– el sistema dominante en este país les iba a interesar dejar fluir las ideas del movimiento urbano-intelectual que hace cinco décadas intentó denunciar los mismos vejámenes del mismo sistema que aun nos tiene en las mismas condiciones de entonces?  ¿Aceptar que el movimiento insurgente en Guatemala subió de las aulas a las montañas; que nació y se alimentó de la intelectualidad y la conciencia de  jóvenes urbanos que habían aprendido a pensar, opinar y denunciar? ¿Que en aquel momento, como ahora, no hay lugar para la crítica, las demandas y  la negociación? ¿Que en cuanto se denuncia, se organiza y se marcha por las calles salen los paladines de la represión con calumnias, coartadas e intimidaciones?

 “por ser mujeres era un poco difícil porque nos calumniaban mucho por participar pero teníamos mucha ilusión y convicción […] la educación nos abrió las mentes y ellos lo sabían, por eso se encargaron de destruir el sistema educativo también, para destruir la conciencia; ahora los jóvenes no saben de la realidad ni tienen un modelo a seguir; los que había los mataron, sacaron o silenciaron”

Cual maravilloso guión de Julio Medem, las casualidades confabularon en mi vida en los últimos días. Primero, fui invitada por un antropólogo –a quien apenas conocía– a la presentación del documental sobre las Jornadas de Marzo y Abril preparado por FLACSO, la Universidad de San Carlos y otras organizaciones sociales. Llegué con mi pequeña libreta en blanco. Salí con todas las hojas manuscritas y cien ideas no escritas. Un día más tarde llega a mis manos el trabajo del catalán Manuel Castells sobre la teoría del poder de las redes para las Insurgent Politics (políticas insurgentes) con un valioso recetario sobre el activismo ahora acuerpado por las nuevas tecnologías de la información como fuente de poder alternativo para los sistemas en los que a las élites les da alergia cambiar. Y el sábado me reúno cibernéticamente con un pequeño grupo de amigos/colegas/cómplices de sueños de país que conocí en las aulas universitarias, ahora en la diáspora. Nos imagino juntos, por las calles de la zona uno, una de estas tardes tibias. En una Jornada de Abril. Llenando de Fuego las calles.

 “éramos una juventud educada, consciente; habíamos crecido en el marco de la Revolución de Octubre y no necesitamos mayor esfuerzo, ya nuestra formación nos permitía conocer la realidad y querer actuar frente a ella”.

*Un agradecimiento especial a protagonistas de Las Jornadas de Marzo y Abril que compartieron sus vivencias, de gran utilidad para este texto: Raúl Díaz, Factor Méndez, Jorge Solares y Delia Quiñónez (quien además me permite compartir a continuación algo de su pluma lírica).

Poema Marzo, Fuego de vigilia

Delia Quiñónez

 (A los mártires de 1962)

Marzo, titilante responso
viejo y ensombrecido clavel.
¡Qué multitud de ojos desgarrados
reflejan aún tus amapolas!
¡Qué avalancha de voces
hace rugir la delgadez callada de tus ríos!
¡Cuántas sombras errantes hieren
tu adorada canícula de siglos!

Marzo, dura crin,
cristal de turbia llamarada.
Madre, que tu hijo no esconda su lágrima,
que no niegue su cruz,
que no oculte el arado;
de llanto, cruz y tierra
nace la espiga jubilosa
y el maíz inmaculado del mañana.
Marzo, taciturna gaviota
ilímite fragancia enardecida.

Amado, un pájaro tira su sombra
en la ventana.
Su tibia voz inmóvil
guarda el temblor
del equinoccio muerto.
Deja que atisbe la ventana:
Marzo está ciego
bajo su misma luz dorada.

Marzo, pleamar de la angustia,
rosa de espinas duplicadas.
Me duele atravesar tu sombra hirsuta
y respirar tu aroma enmohecido.
Duele palpar tus rosas
de vigilante espuma negra.
Marzo, ola de espera,
bendito fuego renovado.
Me duele tu vientre envilecido.
Muerdo la voz que niega tu esperanza.
Visto dolores transitorios:
honda forma de amar y esclarecer
tu tardía primavera,
tu rocío de cúspides heladas.
Marzo, ritual inconmovible,
¿qué clamor cabe entre el rocío y tus palabras?
¿Qué viento insigne mirará tus cenizas sepultadas?

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