Me inicié en el mundo de la lectura a través, primero, de las novelas de Corín Tellado, esas que aparecían en las revistas Vanidades. Terminé ese ciclo cuando luego de leer muchas ya sabía no solo cómo se desarrollaría el argumento sino incluso las características físicas y comportamiento de los personajes. De esa época recuerdo con cariño, también, «El diario de Ana Frank», y cómo, al igual que ella yo quería contar mi historia, pero creía que no tenía nada interesante qué narrar. Ignoraba yo en ese entonces que, como Ana, vivía en el medio de una guerra sino tan apoteósica como la suya sí igualmente horrorosa, genocida.
Luego, hacia los 12 años, leí «Guayacán», de Virgilio Rodríguez Macal. La impresión de la selva petenera y sus inclemencias aún resuenan en mi interior y son un referente ineludible cuando pienso en esa zona amada de nuestro territorio. Luego, «Doña Bárbara», que leí unas cinco veces quizás, porque me gustaba encontrar la figura de una mujer tan distinta a las que veía a mi alrededor, alguien que no le temía a nada y que desafiaba a los hombres incluso usándolos. Me hallaba yo en una encrucijada, pues lejos estaba de ser o pensarme como la protagonista y menos aún como su hija Marisela. Recuerdo también de esos años «La vorágine», por la honda desolación que me dejó.
Luego de otros tantos libros, pues me volví una lectora eficiente, llegué a aquellos cuyas vidas de las protagonistas quise vivir en carne propia. Desoladora imagen, si tomamos en cuenta la historia guatemalteca de los años del conflicto armado interno, en donde pocas cosas eran tan emocionantes para una adolescente como la vida a través de los libros.
Filgua inicia el 24 de noviembre y termina el 4 de diciembre, en Forum, Majadas
Pasó la vida y cambiaron los gustos. Le guardo especial cariño a los libros de Tolkien, sobre todo, a «El señor de los anillos», pues lo leí varias veces, no para aprenderlo de memoria ni mucho menos volverme especialista, sino porque la historia que ahí se narra es tan absorbente que, durante el tiempo de la lectura, lograba yo olvidarme de mi propia vida e inmiscuirme en otra sino más terrible, al menos sí más abarcadora y lejana, y eso me permitía abstraerme por unos cuantos días de mi propia realidad.
Por supuesto, no faltaron los autores latinoamericanos, que poblaron mis días y mis noches (como diría Galeano), de visiones que pese a ser relativamente cercanas hasta entonces desconocía. García Márquez, el favorito, lo releí en varios de sus títulos, así como a los principales del boom, entre otros.
Un poco de autores de otras latitudes hasta llegar a Harry Potter, a los «Juegos del hambre», «Los hijos de la Tierra», los de Paul Auster o «Juego de tronos» (los libros), entre muchísimos más. Si me preguntan, los libros son los principales amigos que me han acompañado la mayor parte de la vida. Lecturas obsesivas, desordenadas, a veces furiosas e impregnadas por la curiosidad y el azar es lo que ha determinado su elección.
Por ello, cuando veo que pronto empieza Filgua, me emociona pensarme y sentirme caminando entre los pasillos humeantes de libros recién editados y no tanto, sentir ese olor a tinta y hojas de papel impreso como si se tratara de nuevos tesoros por encontrar y descubrir.
Hay actividades para todas las edades. En un mundo cada vez más digitalizado, vale la pena rodearse de las posibilidades de antaño. Tocar los libros, sentir su peso, su tamaño, imaginar qué contienen es una especie de juego interesante para experimentar. De repente, hay buena suerte y se encuentra por ahí algo que nos conmueva y nos deje una honda impresión.
Filgua inicia el 24 de noviembre y termina el 4 de diciembre, en Forum, Majadas. Es un espacio y un tiempo para que gocemos con los libros y con las actividades programadas para todas las edades y gustos.