España, jóvenes y desempleo

El desempleo juvenil ha llegado a extremos de vértigo. Ni las autoridades ni la sociedad ofrecen respuestas a una generación sacrificada. Entre la desesperanza, la confusión y la fuga de cerebros, solo el diálogo social permitirá reencontrar el equilibrio.

Qué dicen las cifras

En el momento actual, cuando España se encuentra convulsionada por la falta de credibilidad de sus instituciones y sus actores políticos, el país también se destaca por su alto nivel de desempleo y, más específicamente, por la tasa alarmante de desempleo juvenil. En el artículo que publiqué en Razón Pública en diciembre pasado —“Balance de la crisis europea y española durante 2012”, expuse los tres rostros más dramáticos de la crisis económica actual: desempleo, desahucios y desigualdad. Aunque sus metodologías difieren, la información que suministran las diferentes bases de datos nacionales y europeas revela situaciones realmente preocupantes. En la última encuesta de población activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística Español (INE) para el cuarto trimestre de 2012, se estima en seis millones el número de personas desempleadas esto es, alrededor del 26 por ciento del total de la población económicamente activa. Como se observa en el gráfico siguiente, la tasa de desempleo total ha venido aumentando desde 2008, al estallar la crisis financiera mundial. España sufrió adicionalmente por la explosión de la burbuja inmobiliaria y por la consiguiente crisis bancaria, que parece no terminar nunca.

Actualmente, España no es la economía europea con mayor tasa de desempleo. Con un 26,8 por ciento de desocupados, Grecia supera a España por unas pocas décimas. Los ajustes que ha impuesto la troika — Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea — han agravado la recesión ya presente en Grecia y, por lo tanto, han deteriorado aún más al mercado laboral. Según datos de la oficina estadística europea (EUROSTAT), a inicios de este 2013, España registra un paro juvenil del 56,7 por ciento, esa sí una cifra récord en Europa, solo igualada por Grecia. Es decir, sencillamente, más de  1 de cada 2 jóvenes españoles no está trabajando.

Reacciones Las elevadas tasas de desempleo juvenil que registra España han llamado poderosamente la atención de algunos dirigentes europeos:

-El Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, el finlandés Olli Rehn, expresó su preocupación por esta escandalosa cifra en la cumbre de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) celebrada en Madrid este año, donde insistió en la necesidad de un diálogo social y de una participación más activa de los sindicatos.

-Por otro lado el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, en esta misma cumbre, calificó como “vergonzosa” la situación del paro juvenil en España. -Uno de los temas en que ha insistido Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo,  en medio de las difíciles negociaciones retomadas el 7 y 8 de febrero de 2013 — tras la falta de acuerdo en noviembre de 2012 para aprobar el presupuesto 2014 – 2020 — es reservar 6.000 millones de euros para afrontar el problema generalizado del desempleo juvenil en las regiones que cuenten con una tasa superior al 25 por ciento.

El rasgo característico de este tipo de negociaciones en torno al presupuesto europeo son las posturas de algunos países — como el Reino Unido y Alemania — que abogan por la austeridad, mientras otros — como España, Francia e Italia — rechazan los recortes en los subsidios, como los de la política agrícola común.

Las causas

– En primer lugar, durante las últimas décadas, España basó su economía en los servicios intensivos en mano de obra, pero de bajo valor agregado. Sectores como el inmobiliario y el del turismo fueron las principales fuentes de crecimiento de la economía. Antes de la crisis financiera de 2008, el sector inmobiliario contribuyó con casi el 18 por ciento del PIB. Alejados, pues, de un modelo de crecimiento con altos niveles de productividad y de tecnología, nos encontramos frente a una economía poco competitiva y poco sostenible.

-Adicionalmente, uno de los tantos efectos perversos que tuvo la llamada burbuja inmobiliaria fue la creciente demanda de mano de obra con requerimientos de cualificación medios o bajos. En 2008, el sector inmobiliario brindaba empleo a casi un 13 por ciento de la población activa. Esta demanda de mano de obra fue cubierta en gran parte por jóvenes y por extranjeros que trabajaban directa o indirectamente en actividades vinculadas a la construcción. Gran parte de estos jóvenes abandonaron sus estudios para entrar al sector inmobiliario, que les ofrecía remuneraciones por encima de su preparación educativa. Resultado de lo anterior fue la intensificación de las tasas de abandono escolar. Al estallar la burbuja inmobiliaria, el sector de la construcción cayó en picada y toda esa mano de obra perdió sus puestos de trabajo.

-Otro factor, que ha tenido un efecto distinto del esperado, fue la reforma laboral puesta en marcha en febrero de 2012. Esta reforma buscaba flexibilizar el mercado laboral facilitando la contratación mediante rebajas de sueldo, recortes de jornada o reducción de las indemnizaciones por despido. Lejos de lograr su objetivo de crear empleo, esta reforma ha derivado en todo lo contrario: la extinción de un número considerable de contratos y, por lo tanto, un aumento  del número de desempleados. La precariedad e inseguridad laboral de los jóvenes se ha extendido debido a la proliferación de contratos de corta duración, que debilitan su permanencia en el mercado de trabajo. -Finalmente, el desempleo juvenil es un problema estructural del Estado español, incapaz de equilibrar en la justa medida y mediante un diálogo social serio las demandas de todos los sectores implicados. Tampoco los sindicatos han actuado con firmeza para aliviar el desempleo juvenil, de manera que los jóvenes se han alejado de estas organizaciones.

Generación perdida

Una consecuencia del desempleo juvenil es el descenso de las cotizaciones que mantienen el sistema de pensiones, en una España que envejece  debido a la salida progresiva de inmigrantes que contribuían a la  alta natalidad propia de un país con población joven.

Igualmente, se ha acrecentado la salida de jóvenes promesas del ámbito científico y profesional: una auténtica fuga de cerebros. Una mano de obra joven, sana y bien formada — en la que España ha hecho grandes inversiones en capital humano — está emigrando en búsqueda de estabilidad y de un contrato digno, hacia  países que se beneficiarán de estas ventajas productivas. Además de las obvias consecuencias económicas del desempleo, la juventud española está sufriendo impactos psicosociales, como una auto–imagen negativa, una mayor abstención política y una sobre-cualificación laboral:

a.       Hace algunos años, algunos sociólogos pusieron de manifiesto la emergencia de la que denominaron Generación Ni Ni (ni estudian ni trabajan). Sin ánimo de entrar en el debate académico acerca de este concepto, cabe resaltar que en estos últimos años ha crecido abrumadoramente el número de personas inactivas y paradas que no estudian, ni reciben otra formación, debido a que, en muchos casos, no pueden asumir dichos costos por los incrementos que ha sufrido.

b.      La mayor abstención política está siendo canalizada a través de movimientos juveniles unidos por ese mismo sentimiento de frustración y de desconfianza hacia las instituciones políticas, aún más en el ambiente de corrupción que envuelve la arena política española. Movimientos como juventud sin futuro o los indignados – 15M  proponen cambios estructurales para el Estado desde sus propios mecanismos asociativos. Los partidos políticos difícilmente pueden canalizar las propuestas para dar respuesta a esta ciudadanía indignada.

c.  La sobre-cualificación es un problema que viene arrastrando el país más allá de la crisis económica.  La premisa que suponía que a mayor nivel educativo, mayor probabilidad de tener buen trabajo, ya no se confirma en el caso español. Muchos jóvenes deben desinflar sus logros académicos con el fin de incorporarse a puestos de trabajos que no corresponden a los estudios realizados. Además, los efectos psicosociales atribuidos a la frustración que sienten estos jóvenes cualificados al no poder ingresar al mercado laboral forman un caldo de cultivo que podrían atentar contra la paz social. Los jóvenes españoles de hoy son la generación mejor formada, pero igualmente la más desempleada.

Falta  diálogo social

Sería un error aplicar una receta única para el conjunto de los Estados europeos. Los Estados y los mercados nacionales son distintos y responden a distintas realidades. El caso español, el griego y el italiano son diferentes. Por eso, es necesario adelantar estudios rigurosos sobre el caso español para establecer las líneas de actuación más apropiadas. Una vez establecidas esas líneas, ellas deben someterse a debate para llegar a un pacto entre todos los sectores implicados: gobierno, partidos políticos, sindicatos, empresarios y ciudadanía. Solo mediante el consenso se logrará una política capaz de atraer y de canalizar los fondos europeos para una solución específicamente española.

No son suficientes algunas medidas que hoy se proponen — como la de reducir la cotización social hasta 50 euros al mes para los empresarios menores de 30 años— ya que serían soluciones pasajeras para un problema estructural. Considero indispensables otras propuestas — como adecuar la oferta educativa a la demanda del mercado laboral — pero sin perder de vista el carácter propio de la academia y de las ciencias, que más allá de una simple respuesta al mercado constituyen la reserva de valores y de conocimientos acumulados durante siglos por nuestra cultura occidental. Los gobiernos deberán balancear y no dejar de incentivar tampoco aquellas formaciones que responden a otros factores diferentes del mercado. Finalmente, el desempleo juvenil es un desequilibrio que trasciende las fronteras económicas: es necesaria una respuesta para salvaguardar la armonía y la estabilidad democráticas.

Y son estos mecanismos democráticos de participación ciudadana y de consolidación de políticas inclusivas los que podrán prender una luz al final de este largo túnel llamado desempleo juvenil.

*  Politólogo, internacionalista,  máster en Política Internacional y Desarrollo, investigador de la Universidad Complutense, director académico del Instituto de Altos Estudios Europeos, doctorando en Relaciones Internacionales.

Publicado en Razón Pública, 17 de febrero.

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