Entre impotencia, desesperanza y esperanza

Qué difícil se me hace mantener la esperanza viviendo el día a día en Guatemala. Ver las noticias es un acto masoquista o de complicidad con la crueldad y el cinismo. Tratar de ver la realidad es aún más triste y trágico.

Recuerdo cuando salí del colegio e iba decidida a cambiar el mundo y Guatemala. En mi búsqueda de carreras, decidí estudiar Ciencia Política. Poco a poco comencé a ver cómo era la cosa y comencé a sentir impotencia. No es que no crea que los pequeños cambios y aportes no cuentan, pero parece que se disuelven entre tanta porquería de todo tipo.  

Eso de “los buenos somos más”… no lo sé, no me convence, como que me cuesta creerlo. Y es que el no hacer nada “malo” no significa necesariamente que estemos haciendo bien. Creo que el hacer el bien significa buscar trascender de nosotras y nosotros mismos, es decir, dejarle algún aporte a este país, pero uno que apunte a transformar lo que hay, las estructuras sobre las que cojeamos como pueblo.

Esa posición de no me meto con nadie, no le hago daño a nadie, voy y vengo de trabajar…, es algo que no es suficiente si queremos transformar este país. Hay que ver más allá de mi casa, mi puesto de trabajo, mi camino, mi bienestar y mi progreso. No creo que pueda haber bienestar sano y decente en un país con tantas injusticias y desigualdades.

Y así, entre tantas malas noticias y el estado neutro de los buenos somos más (ése que supuestamente no cae en lo malo, pero tampoco da esperanza de ver una masa crítica que esté inconforme e indignada con lo que hay y tenga ideales y ganas de transformar), aparece un oasis de esperanza: un conglomerado de jóvenes líderes reunidos en el Primer Encuentro de Jóvenes Ignacianos.

Este Encuentro se llevó a cabo el pasado 29 de septiembre y contó con la presencia de unos 200 adolescentes y jóvenes provenientes de la capital, otros municipios y departamentos, quienes forman parte de centros educativos y formativos que son guiados por la Compañía de Jesús (Fe y Alegría, Colegio Loyola, Liceo Javier, Universidad Rafael Landívar, ICE-CEFAS, Parroquia La Merced, San Antonio y Santa María Chiquimula).

Jóvenes que vienen de distintas realidades, de distintas Guatemalas, y por lo tanto, con acceso a distintas oportunidades, pero todas y todos ellos con muchas ganas de cambiar lo que estamos viviendo, más allá de preocuparse por su futuro individual. Con el lema “Enlazando nuestros sueños”, se ha abierto un espacio en el que se han encontrado, con sus similitudes y diferencias; se han encontrado con otras y otros que no sabían que también compartían sus sueños y sus ganas. Eso es una suma de energía indescriptible. 

Sé que este discurso de los jóvenes son el cambio y son el futuro puede sonar trillado, y no quisiera caer en eso. Son discursos que han salido en todas las épocas, pero ¿dónde es que se pierde esta semilla a la que se le ve tanto potencial? ¿Cómo hacer para que estos nuevos jóvenes no caigan en la desesperanza al salir y enfrentarse con el mundo real? ¿Cómo hacer para darle vida a sus inquietudes y a sus ganas de hacer algo o mucho? No tengo muy claras las respuestas. Estos jóvenes me dan esperanza, en medio del día a día y la realidad; escucharles expresarse y hablar sobre sus sueños me devolvió la fe en la humanidad, pero también me preocupa que estos vientos de aire fresco sean aplastados, absorbidos y se disuelvan.

Lamentablemente, este tipo de noticias no son las que nos hacen llegar los medios de comunicación tradicionales. Esto no vende, no es trágico, no es amarillo de amarillista o rojo de sangre. Es verde de esperanza y de colores de alegría. Esto es una buena noticia entre tanta porquería.  

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