El voto hispano (des)unido

«Pues el descontento de los votantes hispanos con Obama es evidente. Por un lado los hispanos han sido seriamente afectados por la economía, situándose su desempleo en aproximadamente 11 por ciento, cuando éste ha bajado a 8.6 por ciento para la población en general; o su nivel de pobreza en 28 por ciento, cuando el del resto se sitúa en 16 por ciento. Uno puede rápidamente aducir que esto no es responsabilidad única de esta administración, pues la crisis económica inició antes del mandato de Obama».

Dada la cantidad de artículos que se han publicado últimamente en la prensa estadounidense sobre el voto de los hispanos en las elecciones generales del 2012, es fácil predecir que esta campaña presidencial estará centrada en cortejar agresivamente el voto de los grupos étnico-minoritarios, particularmente el hispano.

Los analistas se preguntan con bastante ansiedad cómo reaccionarán los hispano-estadounidenses durante las elecciones en noviembre entrante. Y no en balde pues este grupo representa aproximadamente el 13 por ciento de los votantes y en el 2008, el presidente Obama captó 67 por ciento del voto hispano. Se predice que doce millones de hispanos podrían votar en el 2012. Varias son entonces las interrogantes: que si saldrán a votar en masa o se abstendrán de ir a las urnas; que si votaran por alguno de los candidatos del partido republicano como castigo contra el presidente Obama; que si su nicho natural es en realidad el campo republicano, o quizás el independiente.

Pues el descontento de los votantes hispanos con Obama es evidente. Por un lado los hispanos han sido seriamente afectados por la economía, situándose su desempleo en aproximadamente 11 por ciento, cuando este ha bajado a 8.6 por ciento para la población en general; o su nivel de pobreza en 28 por ciento, cuando el del resto se sitúa en 16 por ciento. Uno puede rápidamente aducir que esto no es responsabilidad única de esta administración, pues la crisis económica inició antes del mandato de Obama.

Sin embargo, el presidente estadounidense no ha cumplido con su promesa de obtener una reforma migratoria integral, aduciendo que él solo no puede lograrla sin el apoyo de los congresistas republicanos y demócratas. Incluso, el Dream Act, una ley federal que permitiría una matrícula universitaria más accesible para los estudiantes indocumentados con posibilidades de legalización, ha estado estancada por años en el Congreso. Y para mayor inri, el número de personas deportadas ha alcanzado un récord en esta administración demócrata, llegando casi al medio millón por año, más que durante toda la administración de Bush. Obama es un político pragmático, incrementalista, y a semejanza de su héroe Lincoln, alguien que se mueve en el terreno político de manera muy calculada, observando con cautela cómo se mueven las piezas de ajedrez de la política, retrocediendo incluso, antes de actuar de manera determinante.

Algunos analistas han aprovechado la coyuntura para indicar que los hispanos son naturalmente de centro derecha y que los republicanos tendrían una ventaja con ellos si moderaran sus discursos, sobre todo en el tema migratorio. Aducen que valores tradicionales como la familia, el trabajo arduo y ético, el carácter emprendedor y su escepticismo hacia programas gubernamentales, los hacen inclinarse más hacia el ala republicana. De allí que algunos candidatos republicanos parecieran hacer eco de los lamentos y críticas de los hispanos sobre las leyes anti-inmigrantes. El veterano político Newt Gingrich, quien va a la cabeza de las preferencias republicanas para obtener el ticket a la presidencia, ha lanzado sus primeros mensajes conciliadores, indicando que hay que tratar a los inmigrantes de manera humanitaria, ya sea por medio de la legalización de indocumentados o un trato humano en el proceso de deportación.

A menos de un año de las elecciones, si el presidente Obama tiene bastante empedrado el camino para reconquistar el voto hispano, los republicanos todavía lo tienen más complicado. El consenso aquí es que es más difícil aún revertir el sentimiento anti-inmigrante republicano que ha permeado no solo el discurso electoral, sino también las legislaciones estatales, como Alabama y Arizona. La clave del triunfo para los candidatos presidenciales seguirá siendo movilizar y no alienar el voto hispano, aunque después se olviden otra vez de las promesas. No hay voto unido garantizado.

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