No se nos olvide que la intención de buscar la aprobación de este endeudamiento empezó en octubre del año pasado, pero no lograron que la Junta Monetaria opinara favorablemente. Ahora ya cuentan con esa opinión, pero condicionada a que el déficit fiscal no exceda el 2.2% del PIB en 2013 y 2014. Tan doblegado está ese ente colegiado, otrora prestigioso y pleno de credibilidad, que con la iniciativa de ley que presentó el Ejecutivo (número de registro 4729), el déficit fiscal alcanzaría el 2.9% del PIB, violando de manera flagrante la condición impuesta, pero la Junta Monetaria guarda un silencio propio de un claustro monástico.
Por su parte, el Ejecutivo acusó a funcionarios de gobiernos anteriores, personajes clave porque se encuentran en las bancadas que se oponen, más que un interés legítimo por combatir la impunidad. Una forma de chantaje que, además de inefectivo (gracias a la parsimonia del sector justicia), evidencia desesperación en quienes sufren apetito voraz por estos recursos. Al parecer, el descaro y la avaricia están cobrando la factura, porque el rechazo a los bonos se incrementa más y más, y les obliga a medidas desesperadas.
Y con la desesperación, viene la exposición de los tropiezos con los que intentaron comprar voluntades. En corrillos incluso se han nombrado a los operadores políticos que supuestamente están tratando de seducir a los diputados con sobornos cada vez más grandes. También han empezado a circular los nombres de los diputados que supuestamente serían expulsados de sus bancadas por votar a favor de los bonos, sólo para, poco a poco y con sigilo, regresar al redil.
Y así sigue una lista de preparativos y maniobras sucias para lograr la aprobación de este endeudamiento espurio: supuestas fallas en el tablero electrónico; “legitimar” los bonos acompañándolos con la aprobación de las leyes de transparencia; lograr los 105 votos para suspender la interpelación y leer las más de 150 iniciativas de ley pendientes, para luego “colar” los bonos; etc.
Todo esto es un enorme desgaste político para el gobierno y el Congreso. Pero, ¿qué es tan valioso que haga que valga la pena? ¿Lo que cada diputado se vaya a robar? Suponiendo que lo más preciado para un diputado es su reelección (impunidad vía su derecho de antejuicio y prolongación del tiempo para estar en la “jugada”), los Q 300 mil o Q 500 mil que se rumora les han ofrecido, en realidad no es gran cosa. Con eso no logran financiar su reelección.
Responder estas preguntas exige un análisis más profundo. Supuestamente los bonos se destinarán para pagar a los contratistas. Y estos contratistas, ¿a quién le deben? Los acreedores de estos contratistas son quizá los “peces gordos” que más tienen en juego. Sin duda, la “jugada” incluye financiamiento electoral pasado y futuro, tan grande que pueda efectivamente decidir los próximos resultados electorales (en 2015). Mientras más se analiza el trasfondo de la voracidad por los bonos, más se intensifica el hedor a corrupción y poder ilícito.
Por ello, pese al colaboracionismo de la Junta Monetaria, los bonos deben continuar enfrentando el rechazo de la ciudadanía. Decir no a los bonos va mucho más allá de un vericueto técnico fiscal, o simple capricho. Es resistencia ciudadana legítima a que si se va a efectuar un pago con nuestros impuestos, éste haya sido debidamente auditado. A que la rueda de la corrupción y el tráfico de influencias no de una vuelta más.