El swing de la democracia

Ya ahora de vieja empiezo a apreciar algunos géneros musicales que de chica conocía muy poco o nada, pues era más fácil acceder y digerir ritmos simples, estridentes y comerciales.

Si bien en la casa crecí rodeada de libros, revistas, periódicos y magacines de toda índole, no puedo decir lo mismo con la música, donde aparte de contados discos o casetes de boleros, música clásica elemental, marimbas y potpurrís, o domingos gratis de sinfónica nacional, no teníamos a disposición gran variedad musical, con lo cual muy tarde descubro que también se puede ser analfabeta funcional en materia musical.  

A estas alturas del partido, admito que todavía no renuncio a escuchar algunos artistas pop para inyectarme adrenalina por la mañana o mientras me voy a dar un colazo en bicicleta. Pero con el tiempo y gracias al contacto con melómanos, he comenzado a aprender y apreciar artistas de música tradicional, desde las gaitas venezolanas, los sones cubanos, las chácaras argentinas, algunas composiciones guatemaltecas en marimba, hasta el afrobeat nigeriano o malí. Sin embargo, uno de los géneros que más ha cautivado mi interés últimamente por su sonoridad y complejidad es el jazz.

 Traigo esto a colación porque hace unos días un amigo compartía en la red social una columna del director checo-estadounidense, Milos Forman, sobre la naturaleza del gobierno de Barak Obama. El connotado director (naturalizado estadounidense en 1977) indica correctamente que el presidente estadounidense no tiene ni una pizca de socialista, al menos no como se entiende en los países europeos, (particularmente los escandinavos, agrego yo). Forman termina su articulo indicando que le gustaría que la democracia estadounidense y la relación entre los partidos republicano y demócrata fueran más armónicos y se asemejaran a una composición musical, so pena de llegar a extremos como los que se vivieron durante los regímenes totalitarios de corte social-marxista. Dice Forman, “Armonía en música es, por naturaleza, estimulante y tranquilizador. En una orquestra, los diferentes músicos e instrumentos interpretan juntos, apoyando una melodía en su conjunto.”

Una orquesta de jazz juega similar función, pero una más experimental, lúdica e improvisada. En el jazz el tema inicial es común, y si bien hay un conductor asignado, no es el único en llevar la batuta: todos los músicos tienen el chance de interpretar su instrumento en “solos”, agregando colorido, versatilidad y sonoridad en la melodía que ejecutan, para cerrar con el tema en común. De alguna forma, todos son líderes, pero para que no derive en cacofonía, están obligados a escuchar, establecer un diálogo y cooperar.

Mi profesor Harry Boyte, conocido en políticas publicas por proponer, junto a la historiadora Sara Evans, los conceptos de espacios libres y agencia ciudadana, nos inició en ese gusto por apreciar la metáfora del jazz en política. Para Boyte y Evans, en un espacio libre, las personas se reúnen para discurrir públicamente y encontrar activamente una solución a problemas de índole público. Este marco se caracteriza por los siguientes componentes: un sentido de lazos compartidos; un lugar físico, social y culturalmente adecuado; redes sociales; establecer diálogo y debate; crear un ambiente participativo y el potencial para formar una visión y redes públicas. Si existe un espacio libre, los ciudadanos pueden adquirir una identidad grupal, respeto por sí mismos, habilidades públicas y el valor de la cooperación.

La presente coyuntura en Guatemala nos recuerda la ardua tarea de transitar de espacios mentales autoritarios a espacios mentales libres, de diálogo y cooperación, y lo difícil de ejercer liderazgos más horizontales, ya sea desde los entes de gobierno como desde los mismos sectores sociales. La cacofonía está marcada por centenares de tensiones (siendo las recientes protestas estudiantiles las más sintomáticas y representativas de la ebullición social), en medio de un complicado debate sobre reformas constitucionales.

La buena noticia, como me lo recuerda constantemente una amiga comunicadora social, es que de hecho, estos espacios libres se están creando y se han credo a lo largo de la historia política de Guatemala. Sin ir más lejos, las consultas comunitarias con relación a los temas de minería y energía; las marchas campesinas; las mesas de diálogo respecto a la ley de desarrollo rural integral; los cambios a la ley electoral y de partidos políticos, y una infinidad más. Incluso el gobierno en su esfuerzo de socializar su propuesta de reformas constitucionales con los sectores sociales y políticos.   

El quid del asunto para el gobierno es cómo integrar la complejidad y lograr un armónico swing, sin que de una mal interpretada improvisación se termine en zafarrancho. Ser estadistas de la democracia requiere más que talento, genio. Son aquellos que del gran desorden logran interpretar y transmitir las claves del buen gobierno para el bien común, no con la batuta autoritaria, sino que agregando, incluyendo, innovando con claridad. 

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