Me cuenta un sabio-amigo-colombiano, que cuando él fue funcionario público, hace varios años, impulsó muchos proyectos que en su momento visualizó prioritarios y trascendentes.
Sin embargo hoy, a más de dos décadas de distancia, se da cuenta de que solo uno de cada 20 que impulsó, despegó y trascendió. El 95% restante fueron proyectos que desaparecieron o fracasaron. Quizás porque no eran tan importantes como él los miraba o quizás porque la siguiente administración no los consideró prioritarios.
Haciendo una analogía, dice mi amigo, que el buen funcionario público es como una gallina. Cada iniciativa que impulsa, cada proyecto o estrategia que logra materializar, es un huevo. Y al igual que con las gallinas, entre más huevos ponga mejor gallina es; un buen funcionario será mejor si promueve más iniciativas, genera más propuestas, y produce mejores resultados.
Sin embargo, como bien dijo mi amigo, no todos los huevos que este funcionario ponga, llegarán a convertirse en pollito. La gran mayoría van a terminar en la sartén o se pondrán hueros y el único recuerdo que le quedará, al pobre servidor público será el irremediable dolor en el trasero.
Lo terrible de esta historia, aparte de ese trágico final, es que no es posible a priori, determinar cuáles proyectos o propuestas fructificarán y cuáles no. La coyuntura es engañosa y lo que hoy se evidencia como la gran jugada, mañana puede convertirse en lo que el viento se llevó. Sólo con el pasar de los años será posible diferenciar entre lo trascendental y lo efímero. La evaluación ex-post es infalible, mientras que el análisis de coyuntura es siempre una apuesta y además, tiene el riesgo de perderse de la estrategia, suponiendo que esta si es inequívoca.
La fábula de los tres hermanos vuelve a ser certera: el fulano que iba atento y despierto a lo que iba a pisar, terminó con cuello de coche, y “esclavo de la precaución y se hizo viejo queriendo ir lejos con su corta visión”.
Lo complicado del asunto es que cuando estás en el ejercicio público, tienes que hacer análisis y tomar decisiones a partir de la coyuntura, aunque esto implique riesgos. El que no arriesga, no avanza, dice el dicho.
Entonces, la mejor recomendación que se le puede dar a un funcionario público es que ponga y ponga huevos. Aunque muchos se le quiebren en el camino, aunque otros se los coman antes de cuajar, y aunque todos le provoquen un gran dolor de fondillo; tiene que poner huevos. Mucho mejor si los disfruta y los cacarea.
El Presidente Otto Pérez tiene pinta de buen ponedor. En cinco meses ya ha puesto dos huevos –aunque se le han salido algunas cuitas–, que parecieran que podrían llegar a pollito. El primero es su propuesta de regular el consumo y trafico droga; el otro es reformar la Constitución. Ambos tendrán que evadir muchas dificultades para llegar a empollar. Por ahora, sobran manos empuñando sartenes y comadrejas dispuestas a atragantarse hasta el huevo de un avestruz. No queda más que esperar a ver qué pasa. El tiempo de incubación es largo… los pollitos saldrán hasta dentro de dos décadas.