El «rock» y la palabra escrita

Al ritmo de Chocolate Jesus, de Tom Waits, mi muy particular música procesional de Semana Santa (Don’t go to church on Sunday. / Don’t get on my knees to pray. / Don’t memorize the books of the Bible…), las noticias me dan cuenta de la muerte de Judith Simons.

Simons fue una testigo privilegiada de los primeros años de la escena del rock y una de las primeras periodistas especializadas en la escena londinense de 1968 a 1971. Fue amiga cercana de los Beatles, especialmente de John Lennon y de la figura del quinto beatle, Brian Epstein.

Como parte del círculo íntimo de los Fab Four, cubrió con sus crónicas las presentaciones del grupo en sus primeros años. Simons nunca escribió una biografía de los Beatles para no traicionar la confianza de sus amigos. Parte de la leyenda dice que Hey, Jude fue nombrada así en su honor.

Al hablar de periodismo de rock, muchos en esta generación seguramente pensarán como primera referencia en Almost Famous, la película de Cameron Crowe, que recoge parte de su historia como un reportero adolecente para Rolling Stone. Sin embargo, el oficio podría no resultar tan glamoroso como compartir un rol estelar con Kate Hudson. Se le atribuye a Frank Zappa aquella frase que dice que «la mayor parte del periodismo musical se hace por gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe hablar, para gente que no sabe leer».

Las palabras atribuidas a Zappa podrían ajustarse a otros ámbitos, como las entrevistas a pie de cancha en el futbol, llenas de frases hechas y de lugares comunes, o los interminables discursos que no dicen nada en algunos Congresos del mundo. Sin embargo, la épica del rock pasa también por sus cronistas, entre los que destaco el clásico Mystery Train: Images of America in Rock ’n’ Roll Music, de Greil Marcus, columnista habitual del New Yorker, o la obra de Sharon Lawrence recogiendo sus entrevistas con Jimi Hendrix en The Man, the Magic, the Truth, publicada en 2006. O la misma autobiografía de Tommy Iommi: Iron Man: My Journey through Heaven and Hell with Black Sabbath, publicada en 2012.

Usar la palabra como una herramienta de trabajo para describir imágenes, sensaciones o momentos resulta de una enorme complejidad que pocos consiguen reflejar en trabajos de una profunda y exquisita sencillez como el de David Gallardo y el de Carlos Marcos en El País, que seleccionaron los 11 mejores blues de los Rolling Stones. A nivel local, no hay que olvidar los espacios de Edgar Zamora y de Cristian Galicia, que día a día cubren e impulsan la escena local del rock chapín.

Particularmente, la épica del rock me pide pensar en quienes lo relatan, como en ese cuento de Borges en el que un rey guerrero se dispone a plantar cara a un enemigo superior en la que seguramente terminará siendo su última batalla. El rey dispone que el más joven del grupo los abandone con el propósito de perpetuar su hazaña a través de una voz que cuente la historia y su gesta.

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