Al ser humano le encanta comprometerse, es como darle sentido a la vida por medio de poner a disposición de sí mismo, la pareja, la comunidad, Dios, todas las fuerzas, todos los medios, para que se logre un objetivo que está en el camino.
Inmediatamente lo comparo al compromiso en el deporte, en el futbol. Hay muchos equipos y selecciones nacionales que emprenden una temporada o una eliminatoria, sin tener claro cuál o cuáles son los objetivos que se trata de conseguir. Es como emprender un viaje sin tener claro a dónde vamos, como llegar al aeropuerto y comprar un boleto aéreo y sin saber exactamente a dónde realmente nos dirigimos. Yo viví muchas veces esa situación y no dudo en declarar que me sobran dedos de la mano para contar las ocasiones en que una Junta Directiva o un cuerpo técnico se acercara al plantel de jugadores a compartir los objetivos del año.
Es indudable también el hecho que algunos jugadores no necesitan de esa guía o esa motivación para conseguir los resultados ya que, en esencia, lo único que piensan es en ganar. Hay también responsabilidades implícitas en el equipo (cualquier equipo grande que todos los torneos buscan ser campeones) o la misma selección (la responsabilidad de representar a un país) pero, lamentablemente, esa es una minoría. Hay muchos jugadores que necesitan periódicamente que se les recuerde (de principio a fin de los torneos y competiciones) los objetivos que cada institución busca conseguir. Se ven abrazados por las distracciones externas y la comodidad del día a día que pierden de vista la dirección a donde deben dirigirse.
Es cierto también que muchas instituciones, juntas directivas o cuerpos técnicos no saben ni qué quieren en el torneo. Y es así como nos encontramos con un puñado de gente “profesional” y dirigencial que no sabe a dónde van. Pasan los días, los entrenos, los partidos sin que realmente alguien ponga un norte a la nave del éxito que, al final, termina por encallar o naufragar.
Si el capitán de la nave no se responsabiliza de darle dirección al barco, la tripulación hará sus actividades cotidianas y nunca notaran la dirección a donde se encaminan aun cuando el barco dé vueltas en círculos.
Yo estuve en Municipal, en Comunicaciones, en Aurora, en Selección Nacional y en el extranjero, y fueron contadas las situaciones en que los once o los 25 individuos encausaron sus esfuerzos (dirigidos por alguien o de manera instintiva) para lograr cosas importantes. Lastimosa o afortunadamente (como ustedes quieran verlo) estuve involucrado en un deporte donde el compromiso debía ser grupal. Con la falta de compromiso de algún integrante (sobre todo de los que tenían peso en el equipo) no se llegaba a conseguir los objetivos.
En el ámbito empresarial sucede lo mismo. Los líderes deben comprometerse por la causa y la consecución de objetivos a favor de la empresa. Lograr que sus subalternos se comprometan de manera genuina y leal con el jefe y con la institución. Todo esto me lleva a la conclusión que:
El compromiso debe ser genuino y se define por la lealtad. Ya sea por la causa, por el grupo, por uno mismo o por la institución. Entre mayor sea el compromiso y a más alto nivel llegue el mismo así será el impacto y los objetivos conseguidos.