El peligro no es Sandra

Ahora que la controversia en torno a la candidatura de Sandra Torres ha disminuido, ha llegado el momento de hacer el recuento de los daños, para empezar a sacar lecciones aprendidas que permitan a la sociedad guatemalteca, prepararse de mejor forma para el futuro, ya que si vemos con detenimiento, el caso Torres sólo es un episodio más de una larga lista de atentados contra la democracia en Guatemala.

Mi argumento es que cada 4 años, el sistema político guatemalteco engendra un nuevo enemigo coyuntural, el cual tiene la virtud de acaparar toda la atención mediática y política; y ese enemigo siempre es el caudillo de turno, porque invariablemente, intenta perpetuarse en el poder, lo cual atrae como imán a todos los actores en su contra.

Ahora le tocó el turno a Sandra Torres y Álvaro Colom, pero ya antes había pasado por esa tarima Oscar Berger, Alfonso Portillo, Álvaro Arzú, Ramiro de León Carpio, Jorge Serrano Elías y Vinicio Cerezo: en el momento en que ocupan la Presidencia de la República, todos fueron considerados como el “peor” gobierno que se tenga registro, al menos, hasta que asuma un nuevo gobierno y se le asigne al nuevo caudillo ese apelativo del “peor” que antes le endosábamos al anterior.

La historia, entonces, diluye lentamente las responsabilidades, especialmente, cuando llegan las nuevas atrocidades y ocurrencias del gobernante de turno; si no, ¿cómo explicamos el renacimiento de los viejos liderazgos? Si no existiera el artículo 186 de la Constitución, el éxito más recurrente que estaríamos oyendo sería “tropecé de nuevo y con la misma piedra”.

Bajo esa lógica, estamos a punto de producir un nuevo enemigo público No. 1, en este caso, el próximo ocupante de la silla presidencial para el período 2012 – 2015, porque se anticipa que seguirá el camino de todos los anteriores: hará hasta lo imposible por mantener su dominio, más allá de los 4 años que ha ganado.

Pasó con Vinicio Cerezo cuando intentó postular a su esposa en 1989; pasó con Jorge Serrano cuando intentó dar el autogolpe de Estado en 1993; pasó con Álvaro Arzú cuando el partido oficial postuló al entonces Alcalde de la Capital, Oscar Berger; pasó con Oscar Berger de nuevo cuando fabricó un candidato a partir de la toma de Pavón, el entonces, candidato oficial Alejandro  Giammattei.

Uno de los intentos más refinados, sin embargo, ocurrió con la Presidencia de Alfonso Portillo, especialmente, con la crisis institucional que se produjo en el 2003, con la postulación controversial de Efraín Ríos Montt. La Presidencia de Álvaro Colom no fue más que una repetición del intento de Alfonso Portillo, aunque en esta ocasión, la intervención de la CICIG en la integración de la Corte Suprema de Justicia y la Corte de Constitucionalidad le negó la oportunidad al partido oficial de pelear su continuidad.

A la luz de la evidencia, ha habido ya al menos, cuatro grandes crisis institucionales: los sucesivos intentos de golpe de Estado que sorteó Vinicio Cerezo en los años 1988 y 1989, el autogolpe de Serrano en 1993, la crisis institucional del 2003 derivados del jueves y viernes negro, y ahora, en el 2011, la fractura institucional por el proceso Sandra Torres.

¿Qué explica tanta crisis recurrente?

El exceso de liderazgos, cada uno, con sus respectivos planes y seguidores, que cada 4 años se enfrentan entre sí, para producir un liderazgo que intenta transformar Guatemala en un feudo personal. Por eso, la consigna cada 4 años es: “Todos contra el caudillo de turno”, porque de lo contrario, intentará perpetuarse en el poder. Y cada 4 años vuelve a empezar la batalla, con una única consigna: “Sacaremos a ese buey de la barranca”.

No nos engañemos: el verdadero enemigo no es Sandra Torres, sino la multiplicación de los esfuerzos personalistas, mesiánicos, autoritaritos y excluyentes, que pretenden hacer valer su propia ley y sus propios méritos. ¿El resultado? Una interminable lucha por el control del país que hace que nos dividamos en militares contra civiles, indígenas contra ladino, hombres contra mujeres, ricos contra pobres, y una larga lista de divisionismos que siempre nos condenarán al subdesarrollo y a la miseria.

El verdadero enemigo no es Sandra: es la intolerancia, la manipulación de la ley con fines coyunturales, la ambición enfermiza por el poder, el odio racial, el machismo, el divisionismo de clases, el revanchismo, la pobreza, la falta de oportunidades, la corrupción, el narcotráfico, y una larga lista de males y divisiones artificiales que nos enfrentan cada cierto tiempo y que como fantasmas, acosan a nuestro país.

Solo unidos, podremos alcanzar el sueño de una Guatemala mejor.

 

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