El Outsider

Cuando recién me gradué del colegio, la aspiración de muchos de mis compañeros era salir de Guatemala. Vivir en este país no era, para la mayoría, una opción de vida.

Seguramente, escuchar reiteradamente que la violencia, la corrupción, el incumplimiento, el caos, la suciedad y la pobreza en la que vivíamos era insoportable, nos caló. 

Nuestros maestros austríacos nos pintaban una Europa unida, próspera, segura, ambientalmente amigable, un tipo de paraíso en enorme contraste con nuestra realidad. El mensaje fue recibido de formas distintas pero, en general, creo que teníamos en la cabeza que salir corriendo era lo mejor.

Diez años después, muchos viven en el extranjero, son personas exitosas que han luchado por un lugar en esos países en donde la competencia es ardua. Creo que pocos pensarían regresar a Guatemala.  Esta idea no es exclusiva de la clase media quienes migran legalmente.

De manera ilegal, migran miles de jóvenes y menores a Estados Unidos y México.  Según datos gubernamentales, el primer semestre de este año unos 178 mil menores fueron deportados. Estos jóvenes no quieren regresar al país.  Las razones por las cuales prefieren arriesgar sus vidas y cruzar el desierto son las mismas que las de mis compañeros de colegio: pobreza, desigualdad e inseguridad.

El escenario es aparentemente negativo para el país.  Quienes pueden generar cambios positivos están huyendo.  Y quienes nos quedamos estamos viviendo en un sistema lleno de incentivos perversos, que finalmente nos corrompe.

Es tan difícil romper el circulo de corrupción que muchos ya no nos damos cuenta de que actuamos de forma ilegal y nos encanta criticar a los políticos y culparlos de todos nuestros males.

Sin embargo, esa impermanencia y el desapego de quienes migran puede ser, a largo plazo, lo que rompa el círculo.  Si nos desprendemos de la tierra, de nuestras posesiones y de esos valores que no nos han llevado a ningún lado puede que regresemos con mejores ideas y con una visión más amplia del mundo.

Visitar, salir y migrar se convierten entonces en una oportunidad no en una pérdida. Ser el outisder, el que no pertenece, nos obliga a encontrarnos quizás eso nos lleve a ser un mejor país, uno en donde visitar otros países sea una opción y no una salvación. 

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