No creo que el mundo actual y en particular nuestra sociedad se caractericen por el respeto a las Leyes de Dios y, menos, a las del hombre. Y es que el mandamiento cinco —“No matarás”— o el mandamiento siete —“No robarás”— parecen haber entrado en una suerte de pausa o postergación. Conste que acá estamos comentando lo que se refiere a la convivencia social, no vamos a hablar sobre cuestiones de conciencia individual.
Levantar falso testimonio, mentir a priori sobre un hecho, acusar a alguien sin pruebas ni argumentos, repetir y expandir rumores, han pasado —entre otros eventos parecidos— a ser armas tanto deportivas como letales de la colectividad guatemalteca. Ya se pasó de que el chisme entretiene a utilizar la descalificación y la acusación como instrumentos de linchamiento social, económico o político.
Me surgen estas ideas cuando en las semanas recién pasadas encuentro perdidas —por su mínimo tamaño y cobertura— en un medio impreso dos notas publicadas en diferente fecha. Corresponden a que han sido devueltas por parte de las autoridades, con el correspondiente exculpamiento, la papelería, los archivos y los equipos que habían sido retirados con fines de investigación judicial de las instalaciones de Fedecocagua R.L. y de Banrural.
¡Qué distinta la caja de resonancia mediática de mayo de 2009 a marzo de 2011! Da espacio para pensar y sentir con las personas que fueron tratadas de asesinas, ladronas y cobardes. Un minuto en sus zapatos es realmente para cansarse de clamar por justicia y una reparación, la cual si llega a darse por parte del sistema para las instituciones poco o nada hace por las personas, a quienes toca ahora lucir dignas ante quienes quieren y las quieren.
Que nunca se repita un hecho social tan vergonzoso, no se debe jugar con cosas que no tienen repuesto. Desobedecer el octavo mandamiento y azuzar a la masa es una forma lírica para describir un linchamiento, no se diferencian en nada, y la masa es la masa vestida del color que se vista. Por último, esperemos que romper conscientemente el octavo mandamiento no tenga que ver con el décimo: “No codiciarás los bienes ajenos”. ¡Amén!