(***Advertencia, este artículo tiene contenido explícito que puede no ser apto para menores de edad. Recomendamos que sea leída con esta precaución).
2) el apropiamiento de un sujeto por parte de una entidad maléfica resulta un esfuerzo de ordinariez puesto que, siempre los casos de posesión no afectan más que a personas comunes y corrientes cuya existencia es irrelevante.
Ahora, no solamente ha sido común achacar a una tercera entidad las consecuencias funestas que percibimos en nuestro entorno. Lo mismo se ha hecho con aquello que sucede en nuestro propio cuerpo y con las apetencias del propio cuerpo.
El texto de Bernhard Wenisch (Misas negras, creencia en los demonios, culto de las brujas) muestra una serie de gráficos renacentistas en los cuales se representan ceremonias propias de adoración al diablo. Sin embargo, es muy interesante la forma cómo el diablo es representado: Aparece con glúteos prominentes, obviamente de mujer, pero su prominencia es muy marcada. Uno de los rituales mencionados en el texto de Wenish es el llamado ´beso infame´, que consiste en besar el ano del diablo (la representación más famosa de esto fue pintada por Mario Aguada en 1608). No solamente el diablo recibe el ósculo en su ´otra boca´, también se representa el acto del recibir en cara las prominentes sentaderas del demonio. Punto interesante pues, esta representación renacentista es hoy una de las prácticas típicas del masoquismo (y de la dominación) conocida cómo facesitting (sentarse en cara, práctica de dominación donde la mujer se sienta sobre su esclavo).
La práctica entonces de liberar los deseos ocultos de la libido parece también haber estado ligado al príncipe de las tinieblas.
Dentro de la jerarquía de los demonios habrá que recordar la figura del incubo (incubus, la posición en este caso es encima). Demonios como este, se decía, se posaban sobre quienes dormían y, cómo resultado se experimentaba la incapacidad de moverse (la natural parálisis muscular durante el sueño) y emisiones nocturnas (sueños húmedos). Valdría la pena recordar el cuadro de Johann Heinrich Füssli titulado La pesadilla. Dominar el cuerpo, golpearlo y humillarlo para encontrar placer sexual ha sido una práctica tan antigua cómo la humanidad misma. Recordemos a Petronio, en su Satiricon, al relatar la utilización de la flagelación y la penetración con olisbos como tratamiento tradicional contra la Impotencia. Y el mismo J. J. Rousseau, en Las Confesiones plantea su obsesión de generarse placer siendo flagelado.
El placer sexual asociado con el deseo de recibir dolor, humillación o dominación tomó entonces giros más oscuros: El tipo de demonio llamado súcubo (representado cómo una hermosa mujer de glúteos prominentes) ´cazaba por las noches a jóvenes vírgenes y monjes´ (según explica Wenish). En una explicación más coherente, el médico alemán Heinrich Meibom escribirá en los albores del 1600 su ensayo Del uso de la vara en la cosa venérea y en el oficio de los lomos y de la rinonada. No tengo que explicar el contenido del ensayo,creo que es obvio.
Ahora, lo que sí es muy interesante mencionar es el paralelismo entre las diagramaciones originales recogidas por el texto de Wenish (alguna de ellas del siglo XIII) y las diagramaciones propias de las obras de Alphonse François de Sade en pleno siglo XVIII: Se expresa lo mismo, el cuerpo desnudo, amarrado, dominado, glúteos prominentes, el derramamiento de fluidos, el beso en los glúteos y el placer sexual en un acto colectivo.
Incubos, súcubos, esta suerte de criaturas ha sido representada siempre de forma atractiva, llamativa y sensual. Además, la fijación europea oscurantista le dio alas de murciélago. Y además ambas criaturas pueden beber sangre con lo cual, encontramos una línea alterna para la explicación de la figura mitológica del vampiro.
Pero de pronto, nos topamos con una interesante realidad, el que todas estas figuras del reino oscuro materializan las apetencias humanas más importantes: placer carnal, belleza e inmortalidad.
¿Influencia de seres ajenos? ¿O la cara real ser humano atrapado en sus bajas pasiones?
Giovanni Papini escribió luego de publicar su libro Diávolo que la tragedia del hombre moderno ´ no estriba en que le quiera vender el alma al diablo, sino en que el diablo ya no se la quiera comprar´.
Por algo será.