El legado de las mariposas

El pie de foto decía, “una madre sin su hija, una hija sin su madre”. Tres mujeres, tres generaciones, tres luchas y aportes.

En el marco de fondo, el azul de las aguas de un mar o un río o un lago, aparecen Esperanza Chang, Myrna Mack Chang y Lucrecia Hernández Mack. Lucrecia colocó esa foto en su perfil del “libro de las caras” (Facebook), en el veintidós aniversario del asesinato de Myrna.

Casi un cuarto de siglo después de aquel 11 de septiembre, al final de la tarde, cuando la antropóloga concluía sus labores y fue atacada por un comando del, hoy extinto, Estado Mayor Presidencial -EMP-.

En esos 22 años, muchas cosas han pasado en Guatemala. Gracias a la tenacidad inquebrantable de la mariposa de acero, Helen Mack, hermana de Myrna, así como al coraje de abogados, fiscales, jueces, policías investigadores, testigos y testigas, fue posible llevar a prisión a uno de los responsables materiales, Noel de Jesús Beteta, sargento mayor y miembro del EMP. Luego, también fue posible la sentencia condenatoria de uno de los autores intelectuales de este crimen, el coronel Juan Valencia Osorio, prófugo gracias al apoyo de las fuerzas armadas.

Un caso que inició su trámite con el sistema procesal documental, que reunió miles y miles de folios para demostrar, paso a paso, la responsabilidad del Estado: la conspiración, la planificación, la orden, la ejecución de un crimen de los servicios de inteligencia militar. Así, para desmentir la afirmación del jefe de la también extinta Policía Nacional, Julio Caballeros Seigné, fue necesario demostrar que esa tarde no había llovido. Caballeros afirmó que no habían recogido evidencias en la escena del crimen porque “la lluvia lo había impedido”. No hubo auxiliar fiscal que protegiera la escena, que resguardara la evidencia, que tomara muestras de las uñas de Myrna, que entrevistara a testigos. No. Solo hubo autoridades policiales y militares que alteraron la escena y que pretendieron imponer una falsa versión sobre los hechos.

Cuando Beteta fue capturado en Estados Unidos, a donde había huido, probablemente protegido por el sistema de impunidad, “el caso Mack”, como se le conocía al proceso, estaba en la irreversible marcha del aporte definitivo a la justicia. Un policía investigador que cumplió con su deber y descubrió la participación de Beteta, tuvo además el coraje de reiterar ese hallazgo, luego de la mutilación del informe que él había preparado. Esa declaración le costó la vida a José Miguel Mérida Escobar.

El asesinato de Myrna no fue la última acción de la cadena de mando por la impunidad. A esa ejecución extrajudicial, culminación del proceso de seguimiento y conspiración, le siguió el asesinato de Mérida Escobar. La facilitación de la fuga de Beteta e innumerables amenazas y hostigamiento a sujetos procesales. Cuando la sentencia llegó en el primer proceso -por autoría material-, una docena de jueces había tenido conocimiento del caso.

Luego llegó el turno de la autoría mediata o intelectual. Es decir, la judicialización de quienes conspiraron para cometer este crimen, facilitaron los medios, dieron la orden y tomaron la decisión. Un general y dos coroneles se sentaron en el banquillo. Un coronel, Juan Valencia fue sentenciado y finalmente huyó para no cumplir su condena. En su escapada, un camión militar estacionado frente a su casa sirvió de pantalla para facilitar la fuga.

En este proceso de dos fases, la búsqueda de justicia por la ejecución de Myrna, destapó la cloaca de los sistemas judicial y de persecución penal. El caso Mack, representó una especie de transición entre los dos métodos judiciales. El juicio por la autoría material se ejecutó con el método inquisitorio (papeleo, papeleo, papeleo) y con la Procuraduría General de la Nación -PGN- y jefatura del Ministerio Público, unificadas en una persona y entidad. En tanto que la autoría intelectual fue juzgada con el método acusatorio (oral), con una Fiscalía General separada de la PGN. Mucho, muchísimo, tuvo que ver el esfuerzo de Helen Mack y sus colaboradoras y colaboradores, en la apuesta por la reforma del sistema que hoy, avanza con paso de tortuga pero avanza.

Ese es el saldo procesal de un camino doloroso, paciente, decidido por saber quién y por qué llevó a cabo la operación que dejó, a una madre sin hija y a una hija sin madre. Ese es el legado de las mariposas, gracias a las cuales, tenemos algo de justicia.

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