El alegre caos

Escucho a los Blood Red Shoes en la versión alterna de Howl (2019), y la voz de Laura-Mary Carter me sirve como vía de escape de lo cotidiano. Se le une poco después Somedays (2019), de los Raconteurs.

Y mientas Jack White y compañía descargan la rabia contenida de un corazón que se siente incómodo intentando amar, yo termino un informe sobre el Triángulo Norte en el que he escrito más veces de lo usual las palabras inestabilidad e incertidumbre. La casualidad quiere que cuando estas líneas se publiquen se cumpla un aniversario más —el décimo— del golpe de Estado contra Mel Zelaya, que marca el inicio de mi relación amor-odio con Tegucigalpa.

Diez años después, Estados Unidos intenta blindar su frontera sur contra la migración con candados legales que incluyen la presencia de soldados y policías en Guatemala y México, mientras un nuevo ciclo de deportaciones está, al menos en apariencia, listo para empezar.

La tragedia de quienes intentar llegar al norte quedó registrada una vez más en la fotografía de un padre y su hija ahogados al tratar de cruzar el río Bravo. Es el poderoso registro de la muerte cobrando la factura de huir de la falta de esperanza, a la cual básicamente se condena a aquellos que, por ejemplo, llegan deportados hasta el terminal sobre la avenida Hincapié en la ciudad de Guatemala y encuentran como asistencia estatal un autobús que los deja en el Trébol sin más que lo puesto.

Lo inédito es ver a derecha e izquierda en la misma trinchera, fomentado el caos y pidiendo un sacrificio humano que calme la tormenta.

En medio de esto, es legítimo reconocerles a las redes sociales su parte en el intento de dinamitar el sistema electoral de Guatemala. Twitter ha sido la arena para poner al servicio de la narrativa del fraude o de las inconsistencias en resultados la vehemencia de conocedores y neófitos en materia electoral que afirman con igual intensidad su experta opinión sobre lo que pasó o lo que pudo haber pasado. Lo inédito es ver a derecha e izquierda en la misma trinchera, fomentado el caos y pidiendo un sacrificio humano que calme la tormenta.

Mal presagio para un proceso en el cual no existen aún resultados oficiales, sino asignaciones por la prensa y un conteo rápido que, de hecho, despeja dudas sobre lo que pasó con la votación a nivel presidencial. Sin embargo, una vez que los resultados estén listos, todavía caben recursos como nulidad, apelación y el nunca bien ponderado amparo que podría llevar hasta la CC la asignación de curules y alcaldías: algo que hace suponer, con la beligerancia de los fiscales de partidos políticos, que esto apenas empieza.

Le doy un vistazo al escritorio, en el cual me quedan dos o tres cosas pendientes con las que me reconectaré en un par de semanas. La intensidad de los últimos días no ha dado tregua. Un avión me espera en menos de 36 horas, y tengo la esperanza de ver la tumba de Jim Morrison. Porque aquello de que el futuro es incierto será la única certeza de las siguientes semanas.

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