Los dogmas no son exclusivos de las religiones, se les puede encontrar en cualquier parte; para muestra de ello véase el futbol, donde los hinchas incluso llegan a agredir a otros con tal de “defender” los colores de su equipo favorito.
La arena política y económica tampoco se encuentra exenta de dogmas. Tomemos el caso de los mal llamados “libertarios”, quienes sectariamente difunden el “evangelio” del fetiche mercado-propiedad privada, arguyendo que la solución de los problemas personales y nacionales pasa por reducir el tamaño y funciones del Estado, con lo cual se liberaría al “Prometeo encadenado” del mercado, el cual en agradecimiento haría uso de sus dotes mágicas para generar bienestar y progreso. La realidad muestra todo lo contrario, el Estado guatemalteco –promedio de 14.3 puntos del PIB en los últimos cinco años– es después de Haití el más pequeño de América Latina y el Caribe, y ello en vez de significar que Guatemala sea un país de punta en las Américas, ha hecho que nuestro país ocupe los últimos escalones del ranquin de desarrollo humano de la región.
La evidencia empírica muestra que los mercados cuando funcionan sin apenas regulación estatal incrementan la desigualdad y, por ende, son causantes de crisis económicas y sociales, realidad reconocida –aunque de modo más suave– por el mismo Fondo Monetario Internacional, entidad que en sus “Perspectivas de la economía mundial a abril de 2009” mostraba que de 15 casos considerados crisis financieras, su casi totalidad se produjeron tras una desregulación del mercado hipotecario.
Otro ejemplo de dogmatismo se encuentra en algunos ateos quienes erigen a “la” ciencia en una nueva “religión”, hipostatizándola por medio de la asignación de características antro, euro y andro-céntricas. Luego se valen fanáticamente de esta para imponer su visión del mundo, señalando de forma implícita –en algunos casos explícita– a los y las practicantes de las religiones –de cualquier cuño– de ignorantes porque no reconocen al “Dios-razón” como el único verdadero y todopoderoso. En clave descolonial se diría que el ojo divino, controlador, de las religiones del libro (Islamdad, Cristiandad y Judeidad) se sustituye por el ojo cartesiano.
Obnubilados en su razón eurocéntrica, estos fanáticos no ven, o no quieren ver, que su forma de proceder es la misma que la de los misioneros que vinieron a evangelizar –o sea destruir los saberes americanos–, justificando de esa manera la invasión española y portuguesa en América –posteriormente francesa, italiana, alemana y estadounidense. En teoría, los misioneros venían para combatir el “paganismo” de los “salvajes americanos”, sacarlos de las “tinieblas”, y convertirlos a “luz” que significaba la Cristiandad –un sistema de creencias fetichizado utilizado para el control de los contingentes humanos; en contraposición al cristianismo que apunta hacia un horizonte de liberación humana según las enseñanzas éticas de Jesús de Nazareth.
Partiendo de su experiencia cultural sobre la religión –que es la Cristiandad– es que se atreven a generalizar y meter en un canasto del sastre a las otras expresiones religiosas del mundo. Como si todas estas dieran cuenta de un Dios vigilante y castigador. Es más, otras visiones del mundo ni siquiera necesitan de “dioses/diosas” para explicar la existencia humana como veremos en una columna posterior.
En suma, estos fanáticos y fanáticas de la ciencia al pretender eliminar todos los “mitos” –es decir, todos aquellos saberes que no entran en el canon de la “ciencia”– y buscar reemplazarlos y anularlos por la “verdad científica” reproducen lo que tanto critican, pues el conocimiento científico al estar siempre permeado por la ideología nunca es neutral. Por este motivo es que en esta interpretación la ciencia deviene en mito, invalidando la meta que se atribuyen quienes pregonan la ciencia euro, antro y androcéntrica. De esa manera el dogma solo muta de forma, cayendo así en una actitud que mencionaba Ortega y Gasset: “Cuando el hombre [las personas] cree[n] en algo, cuando algo le[s] es incuestionable realidad, se hace religioso [dogmático] de ello”.