Espeta la frase sonriendo, como bromeando, al tiempo que da una instrucción acerca del uso de un nuevo formato de planeación-monitoreo-y-evaluación diseñado por la dirección del caso. El recordatorio es innecesario, dado su rango, por un lado, y las prácticas de la compañía, por el otro. Por eso a más de alguien intriga la redundancia performativa, aunque a la mayoría seguro le pasa inadvertida: esas plenarias involucran tanta gente y son tan largas, con tantos ires y venires, fórmulas y tópicos, que no es fácil distinguir una de otra.
Espeta la frase sonriendo, como bromeando, al tiempo que da una instrucción acerca del uso de un nuevo formato de planeación-monitoreo-y-evaluación diseñado por la dirección del caso. El recordatorio es innecesario, dado su rango, por un lado, y las prácticas de la compañía, por el otro. Por eso a más de alguien intriga la redundancia performativa, aunque a la mayoría seguro le pasa inadvertida: esas plenarias involucran tanta gente y son tan largas, con tantos ires y venires, fórmulas y tópicos, que no es fácil distinguir una de otra.
Menos aún se preguntan: si, como es obvio, la empresa no es ni tiene que ser democracia, ¿entonces qué es? De las varias respuestas sensatas a la mano (una organización tecnocrática regida por la eficacia y la eficiencia en el servicio que provee, por ejemplo) no se menciona ninguna, con lo que solo se logra que crezca la significación de la aseveración original. ¿Por qué recalcar lo obvio, sin mayor explicación o alternativas? Evidentemente, para enfatizar que la instrucción no es algo para ser discutido. Viniendo de donde viene, es, sin embargo, inconcebible que alguien quiera o pueda disputar la orden.Como quiera que sea, objetivamente considerado, un sistema como el propuesto no parece ser ni insensato ni innecesario.
¿Por qué entonces destacar el carácter de orden de la instrucción? ¿Acaso porque no se le suele hacer caso o que se le ignore? —¿al vicepresidente de una empresa perteneciente a una corporación transnacional de tan larga tradición y excelente reputación?, ¡imposible! Quizás haya gente que cumpla sus requerimientos a regañadientes, pero que los desobedezca, dificilísimo. La advertencia, entonces, no puede sino buscar reafirmar la jerarquía y el carácter indiscutible de las instrucciones giradas. No obstante, al hacerlo, ¿para qué pasarse trayendo la democracia, aunque solo fuera como en broma?
La aclaración innecesaria de que la empresa no es democrática, sin mayor explicación y en un contexto de afirmación de la autoridad vertical, está a tono con, y refuerza el desdén prevaleciente por la democracia en Guatemala. Tal vez, entonces, solo se buscaba cultivar—inconsciente, inconsistente,innecesariamente—una cierta empatía. Tal vez solo sigue la inercia o comparte a tal punto el barco de la opinión pública que simplemente se le salió al vice la frase como tópico típico chapín. (En otros países, empresas similares de la misma corporación adoptan otro tipo de organización y prácticas, tecnocráticas o meritocráticas, con espacios plenamente democráticos.)
Nuestra opinión pública y nuestras prácticas sociopolíticasno son solo no-democráticas sino más bien decididamente anti-democráticas, cuando no anti-políticas. En esto confluiría el guión de la globalización neoliberal con nuestra arraigada tradición autoritaria y un esquema mental cuasi-trascendental que analistas de gran agudeza han llamado “imaginario finca” (cf. Avancso, Imágenes de nuestra realidad, realidad de nuestras imágenes, donde se desarrolla la idea, al parecer original de Sergio Tischler).
Cabría preguntarse ya en términos generales: ¿cómo remontar semejante confluencia de corrientes o fuerzas que conspiran —junto con otras de distinta laya— contra nuestra crónicamente endeble democracia? En el campo de lo público, habría que trabajar, además de por el perfeccionamiento de la democracia meramente formal, por la implantación de una democracia sustancial, que se ocupe activamente por realizar los fines y valores que protestamos profesar (bien común, respeto a la dignidad, solidaridad, pluralismo, etc.). Todo bajo el principio orientador de la igualdad social y económica, no solo la jurídica. ¡Ya basta del mero formalismo, los reformismos parcheros y la declaracionitis axiológica, no?
En estrecho paralelo con la distinción entre democracia formal y sustancial, opera la que distingue entre democracia política y democracia social. Mientras la primera se limitaría al ámbito gubernamental y estatal, la segunda abarcaríaa la sociedad civil en sus diversos espacios, en particular, ha recomendado Norberto Bobbio (ningún radical o anarquista insolente), aquellos “espacios dominados hasta ahora por organizaciones de tipo jerárquico y burocrático”, con “centros de poder tradicionalmente autocráticos, como la empresa”, la escuela o hasta la familia y el mercado (Estado, gobierno y sociedad, pág. 219; El futuro de la democracia, págs. 17 y 63ss). De acuerdo con Bobbio, la democracia social representa una extensión o desarrollo de la democracia política, y responde a la conciencia cada vez más creciente acerca del hecho de que la esfera política “está incluida en una esfera mucho más amplia, la esfera de la sociedad en su conjunto” y que, por tanto “no hay decisión política que no esté condicionada o incluso determinada por lo que sucede en la sociedad civil” (Estado, íbid.; Futuro 64, 73). En versión de sabiduría popular: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Solo que en lugar de quedarse en la constatación quejosa que semejante expresión suele representar, Bobbio invita a revertir la situación, al punto de proponer como indicador de desarrollo democrático el recuento de los lugares no políticos en que se toma en cuenta a las partes relevantes (involucradas,competentes,interesadas) y se ejerce la deliberación colectiva y el voto.
Como los frecuentes desencuentros y desencantos entre los pueblos latinoamericanos y sus democracias (por la mayor parte meramente formales o políticas) han venido mostrando con insistencia en los últimos lustros, el destino de un Estado democrático parece estar indisolublemente ligado a la democratización sustancial e integral de la sociedad. He aquí un gran desafío y una verdadera lucha o transformación —pero a nuestro alcance, ¿o no?