Deje de imaginarse… la pesadilla es una realidad en “La Terminal”, ubicada en la 9na calle entre 2da y 3era avenida de la zona 4 de la Ciudad de Guatemala. Este lugar es un desborde, otro ejemplo de que aquí los más fuertes ganan.
Deje de imaginarse… la pesadilla es una realidad en “La Terminal”, ubicada en la 9na calle entre 2da y 3era avenida de la zona 4 de la Ciudad de Guatemala. Este lugar es un desborde, otro ejemplo de que aquí los más fuertes ganan.
Una de las gracias de nuestra ciudad es que uno puede disfrutar de un “shuco“ en la calle, aprovechar el triple saldo, comprar las flores para la novia, llenar el hoyito de la muela con unas plataninas o unas mandarinas en la calle. Esto es parte de la economía informal tan propia de nuestro país, es parte de nuestra cultura y, quien quita, una de las muestras de que en Guatemala lo que sobra es la creatividad. La “calle” es un espacio público, abierto y vivo. La calle no está viva porque sea un ser viviente, no le estoy dando personalidad en sí misma, es un espacio vivo por las personas que caminan y trabajan en ella y así hacen de ese espacio uno común.
La razón del desborde de “La Terminal” no es el mercado, tampoco la informalidad, mucho menos la pobreza o la falta de educación, al igual que los fanáticos de las garitas, la gente en La Terminal cree que puede pasar sobre los derechos de los demás porque sienten la fuerza de la mayoría. En principio eran vendedores ambulantes, que recogían su mercadería al caer la tarde; luego adquirieron derecho de piso sobre la acera. Este “derecho” es el reconocimiento de los demás de la exclusividad de ese espacio, un espacio que en teoría no deja de ser público porque no hay ningún tipo de concesión del Estado (caso de lo que era la 6ta avenida de la zona 1). En La Terminal no solo ocupan el espacio público y se les respeta, en los últimos meses, han construido sus almacenes sobre los camellones y las calles para “protegerse” a ellos y a su mercadería.
Cualquiera puede pensar que no tiene ninguna importancia este tipo de atropello a los derechos de locomoción, comercio, propiedad y libertad. Sin embargo, violar los derechos de los demás con la excusa de tener una necesidad, urgencia o sentimiento, sí tiene efectos. Y las víctimas somos todos, porque vivimos en común(idad). La seguridad de todas las personas que trabajan y viven en “La Terminal” está en riesgo debido a que estas construcciones sobre las calles hacen de lo que fue un mercado iluminado, un lugar oscuro; las construcciones legítimas y legales, aquellas que no están sobre las calles, se devalúan y nadie las quiere alquilar; no se cumple con el objetivo de ser una terminal, ya que es imposible que los vehículos transiten; las maras se adueñan aún más de esa parte de la ciudad por la falta de presencia estatal; los servicios públicos van a colapsar y, en caso de una emergencia como un incendio, será imposible movilizar bomberos o brindar algún tipo de ayuda.
Retomemos nuestros espacios, respetemos la vía pública, dejemos de construir “fuertes” abusando de los derechos de los demás. De lo contrario, estos fuertes que construimos van a destruirnos.