Desperté en una esquina cualquiera y mis ojos se fijaron en el camino sinuoso que esperaba ansioso mis zapatos gastados.
Recordé a muchos que dejaron mensajes escritos en el viento augurando dificultades y persecuciones, censuras e incomprensiones. Que la soledad sería mi compañera de viaje, único consuelo en las noches oscuras.
Es cierto. En momentos me sentí tentado a pedir ayuda, a dejar que otros me llevaran en hombros y agradecer que cargaran sin rumbo fijo mis pocas pertenencias. ¿Y si cambian mi destino? ¿Y si me acostumbro a seguir a otros? ¿Y si despierto en el cuarto de las certezas y comodidades? Aparté tales pensamientos con la luz naciente que limpiaba mis ojos de miedos y temores. Avancé con la única certeza del mañana luminoso y con la confianza puesta en la bitácora recuperada.
La brisa refrescó mi cuerpo entero y revitalizó mis músculos. La sensación de estar vivo fue el combustible óptimo para avanzar entre fotografías crueles. Entendí que los hombres y mujeres se han hecho daño. Que muchos sufren por la ceguera de pocos. Que la esperanza tiene un precio alto, tan alto que parece inalcanzable. Por eso omito a los que dicen ser sabios. Cierro mis oídos ante los que me indican cómo llegar. Prefiero equivocarme y vivir con entusiasmo juvenil, a cumplir un manual de “normas y conductas”.
Recordé que muchos, lamentablemente, mataron sus sueños por eternizar la ambición de unos pocos, motivo suficiente para dar nido a la tristeza en el ocaso y al arrepentimiento inútil que cubrió de blanco las ideas estériles.
Conforme avancé en mi camino dejé de vestirme para los demás. Poco importó adornar mi carne con colores y perfumarla con aromas industriales. Prefiero verme en el espejo y reconocer que no existe mejor sensación que ser yo, sin apariencias, y que los demás vean en mi rostro más que una obra perfecta, el mapa entero de una vida despierta.
Mi entusiasmo por crear nuestro futuro nació de lo heredado de ellos, hombres que dejaron sus ideales grabados en roca. Y ellas, mujeres que contra todo un sistema y cultura opresora, dejaron abiertas las puertas para ir más allá de lo permitido, pensar donde censuran, proponer en guión escrito, participar en elecciones compradas, y apostar por la vida en un país donde la muerte fácil es el diario leer y escribir.
Voy adelante pero no soy el primero. Camino más rápido pero otros me esperan en la meta. Voy sólo pero a lo lejos escucho las voces de los que transitaron las veredas. No importa el río o barricadas, si faltan puentes dispuesto estoy a construirlos y heredarlos.
Mi esperanza para el futuro es ser alcanzado por muchos como yo.
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