Cuestión de cuernos (IV) Del toque del demonio hacia el perdón…

En los artículos anteriores de esta serie, he referido con cierta profundidad al texto ´Possesed by Satan´. Para ir cerrando, quiero presentar uno de los argumentos más polémicos articulados por la pluma de Adolf Rodewyk, sj. y autor de este texto.

Mi último artículo plantea, de acuerdo a la lectura de este texto, que la causa ´primaria´ de la posesión puede encontrarse en la similitud del mismo pecado que llevó a Luzbel al abismo, es decir: el orgullo. Creerse dios, sentirme como dios, y en esencia, retornamos al mito del Edén en el cual, la pretensión de conocimiento moral es precisamente el pecado. Visto desde otra posición por cierto, el Paraíso estaría reservado para retrasados mentales, pero esto es harina de otro costal.

Rodewyk cierra el texto planteando lo siguiente, ¿Y si la causa de la posesión fuese un capricho permitido por el mismo creador? ¿Qué sentido tendría esto?

En primera instancia responde Rodewyk, es posible suponer que una persona justa adquiriría un grado mayor de ´santidad´ diríamos hoy en el léxico cristiano ó צדיקים en hebreo (´justo en los justos´). Para el mundo judío, ´Justo´ es aquel que resulta recto en sus actos, teme a dios pero, por sobre todas las cosas, jamás se aparta de este último. Por eso el ejemplo que Rodewyk trae a colación es el caso (ya citado) de Job[1]: ´varón justo entre los justos ´…. y aún así, el creador permitió que Job fuese tocado por Satanás. ¿Con qué propósito? ¿Engordar el ego divino? ¿Probar que el justo soporta todo y aun así, es fiel? Como fuese, si mantenemos la historicidad del texto de Job (escrito mucho antes de que Abram se convirtiese al monoteísmo, y por lógica, un texto muy anterior al judaísmo mosaico) encontramos a un hombre que mantuvo cierto grado de lealtad a lo divino a pesar de la desgracias sufridas. Y al final, ´todo le fue restaurado en abundancia´.

Pero me gustaría que hiciéramos reparo en un punto de la historia del ´aguantador´ Job. En el proceso de volver a ser bendecido con la ´doble porción´ y en el proceso de encontrarse personalmente con su dios (recuérdese que dios le aparece, según el mito, para encararle precisamente por las blasfemias vertidas´)[2] Job recibe otro regalo: El perdón. Job alcanza un nivel de ´justicia mayor´ y una revelación más profunda de su creador pero, previo a ello, debe recibir el perdón por atreverse a cuestionar (entre otras cosas) los designios divinos.

Si no hay un límite para el perdón (que va unido a la fuerza y rigidez de la Ley), si no hay medida, si no hay moderación, si no hay un ¨hasta dónde¨… ¿Qué hace entonces especial al perdón?

Lo que me lleva de nuevo, en vísperas del denominado Día de la Expiación Judía, el afamado Yom Kippur. La referencia es obligada porque, como lo expresa Derrida en su Seminario sobre el Perdón y el Perjurio, el ´Perdón´ como categoría es una creación fundamentalmente del lenguaje abrahámico dirigida o conferida hacia el grupo y menos, hacia el individuo.[3] Lo cual plantea varias cuestiones interesantes. La primera, la comprensión del peso y alcance que tiene hoy el perdón conferido a ´individuos´. Lo segundo, lo pregunta Derrida directamente: ¿Hasta dónde se puede perdonar? Y si el perdón es individual, ¿Cómo es esto posible?

El perdón en la tradición abrahámica es una cuestión unida por fuerza, al peso de la Ley que debe seguirse. Es decir, el peso de la tradición no pedida (por una colectividad determinada) es una condición sine qua non para ser objeto del perdón. Esto es interesante porque en contraste, el mundo griego, (recordemos el caso de las Erinias) bastaba que cualquier sujeto apelara en sus cánticos a las anteriores para poder huir de la ira de Zeus.[4] Por contraste, en el mundo semita, el perdón es exclusivo para los Hijos del Pacto.

De vuelta a la pregunta de Jacques Derrida: Si no hay un límite para el perdón (que va unido a la fuerza y rigidez de la Ley), si no hay medida, si no hay moderación, si no hay un ¨hasta dónde¨… ¿Qué hace entonces especial al perdón? Pareciera muy abaratado. Una contradicción entonces, porque en la tradición semita, el regalo de la Ley era para uno cuantos, pero el perdón parece que tiene un alcance ilimitado.

 ¿Es por ello que entonces algunos están dispuestos a sufrir (voluntariamente) para alcanzarlo?

´Porque te amo, te expío. Y al expiarte, te perdono´.



[1] Repitiendo lo dicho en columnas anteriores. No se argumenta que Job haya sido poseído pero sí que haya sentido la ´influencia´ o ´el toque´ del demonio siendo éste responsable de las enfermedades y desgracias ocurridas. No se niega entre los demonólogos y exorcistas que las primeras señas de quien comienza a ser ´cortejado´ por el demonio son síntomas de trastorno en su salud, en su estabilidad, en su entorno etc.

[2] Esto es interesante por dos razones. La primera, porque de acuerdo a las leyendas del judaísmo mosaico, toda manifestación divina en el mundo temporal-terrenal era acompañada de estruendos, relámpagos y centellas, además que cualquiera que contemplase el ´rostro´ inevitablemente moría. Job claro, siendo anterior a esta parafernalia discursiva no sería sujeto de los riesgos del encuentro con el ´Yo Soy´, aunque si dios es el mismo en toda etapa histórica, aquí es claro que Job es especial tanto como lo fueron Moisés o David (personajes que no murieron automáticamente cuando el barbárico dios hebreo les apareció). Segundo, Job adquiere una nueva dimensión del conocimiento que tiene sobre su Dios a raíz de esta experiencia de dolor.

[3] Si bien el caso de Job es un caso individual, y si bien Job no es parte del ´Pueblo Elegido´ (carece de un Pacto) sí fue parte de un conglomerado de justos que vivieron mucho antes de la revelación de la Ley.

[4] Las Erinias se entendían como seres o fuerzas anteriores a Zeus y por ello, no estaban sometidas a su voluntad, de la misma forma como el mismo Zeus estaba sometido al Destino.

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