Cuatro días de historia reciente

Del 9 al 12 de marzo se realizó la Tercera Jornada de Historia Reciente en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos. Dicha jornada fue coordinada, por tercer año consecutivo, por las escuelas de Historia, Ciencia Política y Trabajo Social en conjunto con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Durante estos días, el aula magna del edificio S1 de la sede central de la USAC mantuvo un lleno desbordante, a tal punto que se colocaron bocinas y una pantalla gigante para ver las exposiciones desde los corredores. El primer día fue la inauguración de la cátedra Severo Martínez Peláez, Historia y Revolución. Dicha actividad estuvo a cargo de la doctora Artemis Torres, directora de la Escuela de Historia, y en esta también participaron los doctores Edeliberto Cifuentes Medina y Carlos Figueroa Ibarra, al igual que Iricel Martínez Mazariegos, hija del historiador homenajeado.

Esa tarde, la memoria personal también me llevó a otro escenario en una década ya distante: fue a finales de los años 1980 cuando asistí con otros compañeros de la carrera de Filosofía a un congreso de historia. En mi caso, era el primero, y una tarde expuso Severo Martínez Peláez. Su presencia, su seguridad, su voz y sobre todo el contenido de su discurso pronto ganaron a un público que lo escuchaba atento y le aplaudía con las manos y con los pies, pues estábamos en un recinto con piso de madera, de modo que los zapatazos rítmicos de los asistentes llenaban la sala. De pronto, el historiador Julio Castellanos Cambranes, el moderador, hizo sonar la campana para anunciar el final del tiempo. Severo Martínez siguió hablando, y el público apoyándolo a zapatazos, en una especie de cántico guerrero. Se escuchó de nuevo la campanita, Severo siguió hablando y el público continuó apoyándolo. Sonó otra vez la campanita, y Severo, con su discurso. Al final, ponente y público se fusionaron en una especie de alteración del orden establecido que terminó con un aplauso apoteósico para el autor de La patria del criollo, quien dejó de hablar cuando quiso, no cuando le tocaba. Regreso al presente y es ahora otro público, pero noto casi el mismo entusiasmo.

El segundo día giró en torno a la memoria y la opresión. Las exposiciones estuvieron a cargo de la doctora Olga Alicia Paz, el maestro José Domingo Cabrera y la jueza y doctora Yassmin Barrios. Fue sin duda esta quien, por su reciente experiencia en el caso sobre genocidio, generó más polémica. Tranquila, calmada, segura y contundente, ella expuso la manera como se llegó a la condena del general Ríos Montt por genocidio. Y si la exposición fue clarificadora, sus respuestas a las preguntas, a veces no tan bien intencionadas, lo fueron aún más. Al pronunciarlas, ella mantuvo una postura que pocos han comprendido en este caso: dijo que un juez se basa en las leyes, en las pruebas, en los informes de los peritos y de los expertos y en los testimonios de las víctimas sobrevivientes. No puede opinar, tampoco, sobre hechos que no conoce. No se deja influenciar por lo que le dicen que dijeron otros, sino solo por lo que de manera objetiva puede ser científicamente comprobado. Es decir, cumple con el trabajo que le ha sido asignado sin pasiones, sin ceder a las presiones, con ética. Nada más.

El miércoles les tocó el turno a las mujeres. Las expositoras, las licenciadas Denise Phé-Funchal, Flor Castañeda y Andrea Monroy, desde sus vivencias personales o académicas, o desde ambas, abrieron el debate sobre la temática de género. Como una de las ideas centrales se destacó la necesidad de mantener el espíritu político y reivindicativo del 8 de marzo, pues, pese a los esfuerzos en este sentido, el discurso feminista aún no termina de convencer a algunos y sigue asustando a otros, quizá porque Guatemala todavía se mueve en un patriarcado cuasi fundamentalista bastante arraigado incluso en el ámbito académico. En este sentido, sin embargo, es meritorio que los organizadores hayan llevado al debate público este tema tan importante, actual y necesario para una sociedad en la que se ejercen muchas formas de violencia en contra de las mujeres.

Finalmente, la jornada terminó con el tema de las migraciones, sus causas y sus consecuencias desde la perspectiva de lo que estas significan a nivel no solo social, sino también familiar y personal. Participaron como expositores el doctor Ramón Cadena y los licenciados Factor Méndez, Álvaro Caballeros y Mario Celada.

Reconozco que hacía mucho tiempo que una actividad surgida de y en mi alma máter no me emocionaba tanto. Al ver el profesionalismo de los organizadores, del equipo técnico anuente a todas las sugerencias y siempre atento a las necesidades del público y de los expositores, y del trabajo efectivo y puntual de los coordinadores de área, como el realizado por el licenciado Salvador Montúfar, entre otros, me sentí gratamente sorprendida. A la vez, los mismos estudiantes, los catedráticos, los coordinadores de área y los mismos directores de las respectivas escuelas, todos se mostraron interesados, participativos, conscientes de la importancia y de la dificultad que dichas jornadas implican. Porque tratar sobre la historia reciente siempre genera polémica.

Entonces me resurgió también el entusiasmo y la satisfacción porque veo que, pese a las deficiencias, pese a las enormes limitaciones, pese a los problemas de toda índole que existen en la Universidad de San Carlos, pese a todo ello, en esta universidad, a pesar de los pesares, las ideas se mueven. Sin duda hay mujeres y hombres, académicos o no, estudiantes o no, decididos a trabajar por una Guatemala mejor, tal vez no para hoy ni para mañana ni para dentro de un mes o dos años. Pero la esperanza de cambio sí es posible. Dan deseos, entonces, de también empezar a integrarse y, aunque sea algo mínimo, hacer lo propio.

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