«¡Cuando la edad cuenta!»

La violencia contra las mujeres se manifiesta de muchas formas. Una que resulta especialmente grave por su naturaleza y las secuelas que crea es la violación. A esto se debe agregar las características de las víctimas, por ejemplo la edad en la que sufren estos hechos. ¡La edad cuenta! Como se documenta en un estudio, hay muchas menores de 18 años que son víctimas de violaciones en el país.

El informe de FLACSO de 2024, ¡Cuando la edad cuenta! Datos de las denuncias por violaciones a bebés, niñas y adolescentes realizado por Ana Lucía Ramazzini, presenta información y análisis relacionados con las violaciones que cometen hombres adultos contra esta población. Presenta estadísticas que muestran que, de acuerdo a los registros disponibles del período de 2017 a 2023, se produjeron 8331 denuncias, lo que evidencia la seriedad del problema, que promedia tres denuncias diarias. Hay que considerar lo que significan estas cifras respecto a los efectos producidos: el sufrimiento físico y mental, los embarazos no deseados, la transmisión de enfermedades, la pérdida de oportunidades, entre otros.

La mayoría de los casos toma el camino de «desistimiento y archivo» o permanece en «investigación», mientras que los que llegan a la categoría de «sentenciado» representan únicamente un 15 %.

Desde los agresores, indica que la mayoría de denuncias se concentran en hombres jóvenes, de edades entre 18 y 22 años, pero también hay agresores de más de 50 años.  Además, expone datos sobre la distribución de denuncias existentes que permiten considerar factores sociogeográficos que deben ser considerados. El departamento que concentra la mayor cantidad de denuncias es Guatemala, seguido por Alta Verapaz y Huehuetenango.

Otro aspecto por destacar es cómo el sistema de justicia actúa cuando se producen estos delitos. En primer lugar, existen problemas en el registro. A pesar de las tipificaciones legales de violación, violación agravada y violación con circunstancias especiales de agravación, que establecen distinciones debido a la edad de la víctima y, en consecuencia, la gravedad de la pena, las denuncias no siempre se clasifican adecuadamente.

Además, el registro de las denuncias presentadas no siempre resulta en el castigo de los agresores. La mayoría de los casos toma el camino de «desistimiento y archivo» o permanece en «investigación», mientras que los que llegan a la categoría de «sentenciado» representan únicamente un 15 %. Lo que implica que en la mayoría no se llega a emitir y ejecutar una condena contra los que cometen este tipo de delito. Es decir, definitivamente hay un fallo en las instituciones encargadas de impartir justicia.

Se debe señalar que el informe considera que este problema (de cuya seriedad hablan las cifras) es resultado de la masculinidad hegemónica. Esta deriva de un sistema patriarcal que produce un modelo masculino. La violencia contra las mujeres es parte de un «sentido común» de ser hombre. Se caracteriza por configurarse en «torno al dominio, poder y control masculino que atraviesan los procesos de organización social de las relaciones hombre/mujer» (p. 14).

En conclusión, es un informe que señala un problema serio y significativo que ocurre en el país. Implica la toma de conciencia acerca de la naturaleza y la gravedad de lo que está ocurriendo.

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