Cuando ella cree*

La semana pasada fue otorgada la Medalla Internacional por Descubrimientos Sobresalientes en Matemática –Medalla Fields– y, por primera vez desde la institución del premio, entre los ganadores hubo una mujer: Maryam Mirzakhani.

Las reacciones trataron varios temas: el desconocimiento general con respecto al máximo galardón en el campo de la matemática, la ignorancia relacionada con la disciplina y sus áreas de investigación, las contribuciones de los ganadores, pero sin duda lo que más sonó es que ganó una mujer.
Cabe preguntarse ¿por qué tomó tanto tiempo que una mujer ganara la medalla? ¿Podemos tragarnos que, desde que se instituyó, no había aparecido ninguna matemática talentosa digna del premio? Difícilmente. Y aquí hay mucha tela qué cortar. Por un lado está la falta de acceso y la invisibilización de las mujeres en los campos de matemática, ciencia y tecnología, las cuales se han ido superando poco a poco, pero todavía falta un buen trecho por recorrer. Históricamente, las mujeres instruidas han sido herejes, brujas, asistentes, ayudantes, fantasmas que escriben bajo seudónimos masculinos, mujeres que truncaron sus carreras científicas por dedicarse a sus familias, a veces por deseo, otras porque no se logra repartir el cuidado del hogar y de los hijos de forma equitativa entre los cónyuges, para que ambos pudieran continuar sus carreras.
En Estados Unidos, alrededor del 40% de estudiantes de matemática son mujeres. Pero el porcentaje se reduce dramáticamente entre quienes siguen estudios de doctorado en matemática y se dedican a la investigación –esto ocurre también en Inglaterra y otros países. En algún lugar leí que muchas elegían posgrados en enseñanza de la matemática e investigación educativa en vez de continuar sus estudios en matemática pura o aplicada. Algunos dicen que esto tiene qué ver –de nuevo– con elecciones familiares. Otros dicen que es un problema de estereotipos. Otros, que el medio es bastante excluyente y que muchas abandonan cuando se cansan de chocar contra una pared. Cualquier causa que se nos ocurra estará relacionada, de una u otra forma, con condiciones de desigualdad de género. Conforme éstas vayan desapareciendo, las mujeres exitosas en matemática dejarán de ser excepciones y serán parte de la norma.
Como sea, estamos celebrando otro espacio ganado y a Mirzakhani hay que agradecerle su contribución, no sólo a la matemática, sino al reconocimiento del trabajo de las mujeres en campos históricamente dominados por hombres. Como ella misma dice: “Me alegraría si esto alienta a jóvenes científicas y matemáticas. Estoy segura de que en los próximos años habrá muchas mujeres ganando este tipo de premios”. Ella creyó en sí misma, y cree en las que vienen detrás. Esto está de acuerdo con el discurso de Ana María Cetto en el “Taller de habilidades profesionales para jóvenes científicas”, que se realizó en Puebla, con la participación de mujeres de México, Guatemala, El Salvador y Honduras. Aparte de hablar acerca de los roles que las mujeres han tenido dentro de la ciencia a través de la historia, enfatiza que la presencia femenina en las ciencias es un derecho elemental y que la ciencia permite acceder a una mayor libertad, un mayor grado de conciencia. Llama a las científicas a pasar de la individualidad al trabajo colectivo, a la solidaridad.
En el 2010 había sólo una graduada de la Licenciatura en Matemática de la USAC y nueve de la UVG. Ahora debe haber un par más. En muchos círculos se sigue pensando que las mujeres no sirven para la matemática y ellas lo creen. Es fácil encontrar gente que piensa que no vale la pena educar a las niñas y ellas lo creen. Seguramente entre esas niñas hay alguna con las habilidades necesarias para ser, algún día, una medallista Fields. Puede que ella nunca lo sepa –quizá no terminará la escuela primaria. Puede que sí y que crea que es posible hacer algo distinto con su vida. En este país no basta que ella lo crea, antes debe creerlo su comunidad, sus instituciones, su estado. O necesitará un tremendo golpe de suerte que le abra la puerta a las oportunidades. Pero debe empezar con que ella lo crea y, para eso, mucho tiene que cambiar.
Las mujeres tienen derecho a beneficiarse del conocimiento científico y utilizarlo a su favor. Una iraní ganó la medalla Fields y cada triunfadora que vemos nos hace creer en nuestras capacidades, creer que es posible. Todas esas pioneras, primeras mujeres en alcanzar un puesto, en ganar un premio, son las que nos demuestran de qué somos capaces. Y vean que la primera mujer que ganó el Nobel ¡fue la primera persona en ganarse dos!

* When she believes, canción de Ben Harper del álbum Diamonds on the Inside (2003).

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